miércoles, 2 de octubre de 2019

Cavilando sobre la fe en los tiempos modernos



El mundo anda falto de fe, de algo en lo que creer.


Vivimos en una sociedad moderna en la que muchos de los paradigmas han sido resueltos mediante la razón y la ciencia, donde somos conscientes de gran parte del mundo que nos rodea; eso hace que el ser humano busque nuevos dogmas, algo en lo que creer para así mantener su mente y creatividad ocupadas.
Y es que, para bien y para mal, el ser humano es un animal racional y creativo. Cuando se tiene todo y se entiende todo, no hay capacidad de seguir desarrollando la creatividad. El resultado es una necesidad de nuevas creaciones y creencias.

Desde tiempos inmemoriales, esto se solucionaba de una forma básica y sencilla: la creencia en un Dios (o varios). Una figura divina que nos daba seguridad, respondía nuestras preguntas y resolvía nuestros conflictos internos.
Aun viviendo reprimidos por un rey, cultura o sociedad, los seres humanos tenían fe en algo, ese "algo" que les hacía vivir con un amor incondicional hacia un ser esotérico e intangible.

A lo largo de los siglos, a medida que el mundo iba evolucionando, las sociedades iban ganando libertad. A la par, la razón y los nuevos descubrimientos iban desechando creencias ancestrales que daban seguridad al individuo; esto es, eliminando sustentos que eran elementales para su tranquilidad interior.

Con la Revolución Industrial, el ser humano dio un gran paso adelante en la capacidad de aumentar la eficiencia de su trabajo. Se dio cuenta de que podía exprimir mucho más su inteligencia para mejorar el rendimiento de sus acciones.
Gracias a multitud de descubrimientos e inventos, el ser humano fue desarrollando y creando una nueva sociedad, exprimiéndose tanto social como individualmente.

A medida que el hombre iba teniendo más conocimiento del mundo que le rodeaba y ganando una vida cada vez más cómoda y llena de lujos, éste se intentaba superar, creando y aprendiendo más. Así se llegó a la segunda Revolución Industrial, a los tiempos de los ordenadores, la exploración espacial, el entendimiento biológico del ser humano y así un sinfín de progresos.

Todos estos progresos no han hecho mas que sumirnos en una profunda crisis existencial, que vivimos durante el último siglo. Una crisis en la que estamos faltos de algo que nos aporte tranquilidad interior, creencias que nos trasmitan el sentimiento de pertenencia de algo, no solamente de disfrutar de los progresos y todo lo conseguido durante tantos siglos de avance.
Así, surgen y se nutren los partidos políticos de gente con fe; fe en unas creencias, en unos colores de los que muchas veces desconocemos su significado, pero que nos hacen sentir pertenencia de un algo; formar parte de un conjunto que cree en lo mismo y se apoya incondicionalmente, evitando ese sentimiento de soledad que produce el utilizar la razón de forma individual y con criterio propio. Por eso hay gente con opiniones tan diversas, políticamente hablando; por eso somos de partidos de derechas o partidos de izquierdas, tan diferentes en sus conceptos, en lugar de utilizar la razón y seguir un criterio propio, seleccionando las ideas de unos y otros que más se acerquen a nuestros supuestos principios. Los seres humanos prefieren formar parte de un conjunto de ideas preestablecidas, a establecer ellos mismos sus ideas propias; si así hiciesen, se sentirían perdidos en un mundo tan grande y variopinto. 
Lo mismo pasa en todos los ámbitos de la vida. En el fútbol la mayoría de la gente es de un equipo, y quien no lo es, está excluido de ese entorno. Con el fin de tener una seguridad, de formar parte de "un algo" para así pertenecer a un grupo y ganar seguridad, la gente se afilia a un equipo, a un partido político o a cualquier conjunto de ideas que le haga olvidar la triste realidad de la vida: que todos estamos solos, como seres individuales que somos.

A la vez de tener esa necesidad de formar parte de algo y ganar seguridad, también nos urge la necesidad de investigar, crear y dar rienda suelta a nuestra imaginación, lo cual crea un gran conflicto interno en nosotros mismos.
Esa lucha interna entre crear y aferrarse a algo que nos aporte seguridad, hace que el ser humano se vea envuelto en una constante encrucijada, donde la frustración y el miedo nos lleva a actuar de formas tan incongruentes y aparentemente irracionales.

En los últimos años, han aparecido nuevas tendencias sociales, pensamientos en masa, que no son mas que nuevos adoctrinamientos por parte de gente que se siente perdida en su "yo" individual.
Así, el feminismo, el animalismo y muchos otros "-ismos" han ido evolucionando hasta convertirse en un problema para la sociedad. La mayor parte de estas tendencias, que en la base e idea principal son beneficiosas y aportan una evolución dentro de su propio ámbito, acaban siendo una simple forma más de crear un nuevo grupo social que nutra a los individuos de fe y les ayude a escapar de ese miedo que les aterra.
Lo que en un principio comienza siendo una gran idea para conseguir igualdad social o mejorar la vida de un colectivo, acaba siendo un hierro más al que aferrarse para apagar miedos internos, transformando una gran idea en una herramienta de escape individual, normalmente alimentada de odio (generado por frustración propia del individuo). Algo similar sucedió con el Comunismo, la Revolución Francesa e incluso con el nazismo, pero eso ya es otra historia...

Y es que, el ser humano, a pesar de tantos avances y al igual que sucedía siglos atrás, necesita creer en algo. Necesita formar parte de algo que le haga sentirse útil, que le haga perder el miedo en este loco e incomprensible mundo.