lunes, 20 de diciembre de 2021

La sociedad dormida




Nos da miedo pensar.

Nunca, en toda la historia conocida de la humanidad, hemos tenido la oportunidad de ser tan libres. De tener tantas cosas al alcance de la mano, de disfrutar de nuestro tiempo en hacer... en no saber qué hacer.

El ser humano tiene dos grandes virtudes que le diferencia del resto de los animales, y éstas son su capacidad de raciocinio y su inteligencia.
Virtudes que nos hace manipular la naturaleza a nuestro antojo, crear y destruir, fabricar complejos artilugios para hacernos la vida más fácil, y también de acabar con ésta. Somos la 'especie elegida' por nuestras capacidades únicas e inigualables dentro de la madre naturaleza.

Curiosamente, esto traza un gran problema para esta raza maldita.


El ser humano, de forma inherente, tiene la capacidad y necesidad de pensar, de analizar y aprender. Por ello llegamos a dominar el fuego, domesticamos animales, aprendimos a cultivar cosechas o creamos la escritura. Por ello descubrimos los entresijos de la ciencia, concebimos las matemáticas y hemos ido aprendiendo a lo largo de la historia. Somos seres que necesitamos expandirnos intelectualmente. 

Pero, ¿qué sucede cuando no somos capaces de utilizar todas esas herramientas necesarias que llevamos en nuestro adn? Sin duda, nos lleva al ocaso como individuos. 

Existen muchas maneras de que la gente pierda ese interés por la creación, por el aprendizaje, por la vida.
Las más evidentes son los somníferos tecnológicos: shows televisivos, películas, series, teléfonos móviles...
Otras, con un propósito más claro: las noticias o determinadas normas impuestas que simplemente tomamos como correctas. 
Con todo ello, se promueve el que la gente se divierta, no piense en problemas sociales reales, y dejen la creatividad y la evolución personal de lado. Y es que, un pueblo dormido es un pueblo fácilmente manipulable. Se convierte en una sociedad no conflictiva.

Vivimos 'demasiado bien', viendo películas, jugando a divertidos videojuegos o poniendo nuestra mejor pose en las redes sociales. Consumimos día sí y día también para suplir nuestro vacío interior... que nunca se termina de llenar. Y es que, es necesario que éste exista para que sigamos haciendo girar la rueda.
Sentarnos a reflexionar sobre la vida, el mundo que nos rodea, cómo mejorar nuestro entorno o lo que tenemos cerca, es algo excesivamente complejo: requiere pensar. Y aquí aparece un grave problema del ser humano, el miedo.
¿Por qué vamos a pasar el mal trago de pensar, de analizar, de entender... cuando podemos estar viendo una serie o un partido de fútbol?


El enorme problema de todo esto es que, como hemos dicho, el ser humano de forma inherente tiene esa necesidad de aprender y mejorar. Al coartarnos de todo esto, creamos una frustración que produce un efecto envolvente: nos hacemos más inútiles, incapaces e inapetentes. No hay nada que de verdad nos motive interiormente, son todo "fachadas" e intentos de rellenar un tiempo vacío de contenido y esencia.
Por estos motivos, por ejemplo, la tasa de suicidios a medida que "avanzamos" como sociedad es cada vez mayor.

Todos estos problemas descritos se convierten en algo aterrador, ya que las generaciones venideras se van a criar en una educación y cultura donde todo esto es lo normal, donde vivir y actuar de esta somnorífera forma será el canon de la sociedad. Donde la gente que piense, que quiera aprender, que sea diferente, será apartada del rebaño. Y eso es muy peligroso para nuestra supervivencia como especie.



Se nos ha enseñado que es mejor evitar los problemas y mirar hacia otro lado. La gente huye del debate constructivo. Estamos educados para producir y mantener un sistema, pero que no se nos ocurra analizar, poner normas en entredicho u opinar diferente a las tendencias sociales.
Maldito Sócrates, cuánto daño has hecho a estos pocos descarriados...


Consigue que el pueblo tenga miedo, y tendrás una élite tiránica. Consigue que la élite tenga miedo, y tendrás un pueblo libre.