lunes, 16 de marzo de 2020

Caminando hacia el destino



El viento hace danzar las ramas de los árboles, quizá conscientes de su nuevo sino. El mudo canto del horizonte produce un sosegado ambiente, pincelado por otro bonito amanecer.

Compungido y moribundo, Hanwu deambula de un lado hacia otro, sin saber muy bien qué hacer ni hacia dónde ir. Ha perdido las ganas de comer y, aunque las recuperase, no tendría muchas alternativas con que alimentar su enjuta figura.
Una vez más, grita, grita muy fuerte, recibiendo el graznido de un grajo como respuesta; esta vez, al menos, no era el eco quien se burlaba de él.

Por más que busca, por más que trata de encontrar una solución, ya es demasiado tarde, incluso para su siempre prolífica imaginación. Solo le queda respirar hondo, cerrar los ojos y seguir caminando. Caminando hacia cualquier lugar, como lleva haciendo... no recuerda cuántos meses. El destino así lo ha marcado, ese maldito ser al que nunca ha visto; pero sabe que siempre estuvo ahí, escondido para pensar en él en los momentos más oportunos.


Cuando era pequeño, le encantaba sentarse en las rodillas de su abuelo a escuchar las historias de los grandes emperadores. Siempre le fascinó la idea de imaginar la espectacular Shiji, donde el gran Huang, rodeado de ríos de mercurio, esperaba la vida hacia el más allá.

No menos impresionado quedaba por las historias de aquellos lejanos hombres que combatían en las remotas tierras de Occidente, donde un gran imperio se hacía dueño de la mitad del mundo conocido.

<<Conquistas, muertes, pillaje, el ser humano siempre fue proclive a la destrucción>>. <<Destruir para construir; matar para nacer>> solía decirle su abuelo; sin duda, la persona más sabia que nunca conoció.

Y es que, en eso consistía el ser humano, esa especie tan superior e inteligente que, decían, había habitado el lugar que él ahora pisaba, desde hacía mucho, mucho tiempo.


<<No puedo más, necesito unas nuevas sandalias>>. Hanwu se vuelve a sentar. Sus pies, agrietados y doloridos, le impiden caminar durante más de dos horas seguidas. Mientras tanto, continúa reflexionando sobre tanta incoherencia: cómo un ser tan inteligente había llegado a su propia destrucción. Siempre ha pensado que había un mal endémico llamado codicia, por la que los humanos querían tener cada vez más posesiones, para así sentirse más felices. Felicidad que no tenían de forma intrínseca y que, para conseguirla, necesitaban arrebatar algo a alguien; ya fuesen bienes materiales o incluso sesgando vidas.

Pero él escasamente había llegado a verlo, todo eran habladurías de sus ex camaradas. Ahora no puede mas que recordar aquellas palabras; pensar, imaginar.

<<Siempre fue una especie con muchos temores, llena de miedos>> se dice mientras observa un conejo tratando de entrar en su madriguera. 

<<Quizá, por esa capacidad de preguntarse “¿Cómo?” y “¿Por qué?”, cuanto más sabía, más miedo tenía. Y eso, el miedo, le hacía la más vulnerable de las especies>>.
Hanwu también palpa su propia vulnerabilidad. Se siente completamente solo, frágil, aunque no es una sensación nueva para él.

Mientras continúa su camino hacia no sabe muy bien dónde, trata de descifrar esa extraña sensación que tiene en su interior. Sabe que su fin está cerca, pero está tranquilo, todo está siguiendo su curso natural.

<<El humano nunca fue capaz de vivir en paz. Siempre fue una raza maldita, una especie incapaz de sobrevivir a su propia evolución. Y es que, no hay nada más estúpido que evolucionar hacia tu propia extinción...>> cavila Hanwu, mientras se rasca la barbilla. <<Quizá ése fuese su sino desde el principio de los días, acercarse al conocimiento absoluto para, una vez conseguido, autodestruirse>>.

<<Es la mejor manera de volver a comenzar, la verdad es que tiene sentido>> se dice en voz alta, mientras da una patada a una pequeña piedra.

Como le contaba su abuelo, el universo siempre tiende a equilibrar la energía; mucha energía positiva se equilibra con negativa, así como épocas de sequía lo hacían con otras de buena cosecha. 
<<Guerras, asesinatos y malas intenciones, siempre fueron contrarrestados con las buenas voluntades de los mártires, que devolvían parte de equilibrio al mundo>>. Una vez más, mira al cielo y se pregunta quién maneja todo esto a su antojo. Le gustaría conocerlo, tiene tantas, tantas preguntas que hacer...


<<Ahora, el destino parece haber reequilibrado la balanza cuando más descompensada se encontraba>>. Hanwu piensa en todos aquellos años que, según decía su abuelo, la especie humana estuvo dominando el planeta. El abuso de los recursos que tan bondadosamente le ofrecía la madre naturaleza. La oportunidad, malamente aprovechada, de ganarse un buen sitio en la historia. Tantas y tantas cosas le llenan de desazón... aunque, al fin y al cabo, termina recordando todo aquello con una pequeña mueca de agrado.

<<Parece que esa balanza se inclinó demasiado>>. Ahora, parecía haberse equilibrado el pulso entre el ser humano y la Naturaleza. 
<<Quizá, ese extraño ser llamado destino, ya sabía que esto sucedería>>.

Hanwu, solitario y pensativo, vuelve a toser mientras continúa su viaje sin rumbo fijo, esperando su turno; el momento de dejar sitio a un nuevo comienzo.


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