Ninguno de
nosotros había vivido esto antes. Una pandemia a nivel mundial, gente recluida
en sus casas durante un tiempo indeterminado, muchos de ellos perdiendo su
trabajo mientras no pueden hacer otra cosa que mirar por la ventana con los
ojos humedecidos. Otros, trabajando, expuestos al contagio de un virus que nos
ha cogido a (casi) todos por sorpresa. Los menos agraciados, cerrando los ojos antes
de tiempo, para abandonar este mundo en solitario.
Parece una de
esas películas del fin del mundo que tanto nos gustaba ver en la televisión.
Sin embargo, es real, muy real.
Ninguno damos
crédito a algo que, más pronto que tarde, acabaría sucediendo.
Conspiración.
El dinero mueve
el mundo: la economía, la codicia del ser humano, las ganas de poder.
El nivel de
industrialización, los avances tecnológicos y la carrera por progresar cada vez
más, hace que las principales potencias mundiales sean capaces de cualquier
cosa con tal de conseguir sus objetivos.
Pero, ¿hasta qué
punto le interesa una pandemia mundial a las principales economías?
Estados Unidos y
China son las principales potencias del planeta; esta segunda ya emergió hace
unos años y su exponencial crecimiento está poniendo patas arriba la economía
mundial. Casualmente, es aquí donde ha aparecido el primer caso de este
enigmático virus. ¿Casualidad?
El principal
sospechoso al que se ha señalado con el dedo es China, allí es donde apareció
el virus, en la ya famosa ciudad de Wuhan. En un principio nadie habría sospechado
de ellos, ya que carece de sentido crear algo que destruye a tus propios
habitantes. La cosa cambia cuando pasan las semanas y vemos que el virus se
propaga por todo el mundo, afectando a todas las economías, principalmente la
europea y la estadounidense, mientras en China ya parecen haberlo controlado.
Recordemos que,
al principio de toda esta historia, un científico chino ya alertó de que algo
estaba pasando, un virus había aparecido y podría llegar a ser devastador para
el mundo. Este hombre fue acallado por el gobierno chino y, a los pocos días, murió.
Hay quien dice que fue a causa del Coronavirus, otros, que había intereses de
fuerza mayor para que “desapareciese”.
Casualmente,
cuando China ya se está recuperando de todo esto, cuando incluso parecen haber
inventado una vacuna, es cuando el resto del mundo está en clara recesión y
enfrentándose a este gran problema. China exporta material sanitario y ayudas
al resto del mundo, limpiando su imagen y pareciendo “el bueno de la película”.
En el otro lado,
tenemos a Estados Unidos.
Como bien sabemos,
la rivalidad entre estas dos mega potencias es feroz. A Trump le interesa a
toda costa quitarse de encima la incipiente hegemonía China. Infectando el país
del Sol Naciente con este virus, conseguiría dos claros objetivos: Que la gente
pierda confianza en el mercado asiático y que la población china se vea mermada.
De ser esto
cierto, podríamos estar ante una nueva Guerra Mundial. Quizá silenciosa, quizá
sin que veamos armas ni aviones... posiblemente sin que sepamos que estamos en guerra.
Naturaleza.
Estamos
acostumbrados a vivir en una sociedad de consumo: con nuestra casa, coche,
televisión y todos los bienes y servicios que queremos, incluso con infinidad
de ellos que ni queremos o necesitamos. También nos permitimos (lo que antes
eran lujos) viajar a conocer otros países, en rápidos aviones o cruceros por
el océano. Somos una sociedad que ha nacido viendo esto, lo hemos mamado desde
pequeños, por lo que nos parece algo normal.
La inmensa
mayoría no conocemos la guerra en primera persona. Podría decirse que no
sabemos nada acerca de la guerra. De vez en cuando vemos noticias en televisión
de gente que pierde la vida en países que parecieran salir de una película,
como Afganistán, Iraq, Sudán o el Congo, pero no es más que eso, noticias de un
mundo completamente ajeno al nuestro, que sirven como inspiración a directores
de cine para seguir entreteniéndonos con sus filmes.
Pero hagamos
retrospectiva y miremos al pasado:
Desde tiempos
inmemoriales, el hombre ha vivido en guerra. No se conoce ninguna época en la
historia de la humanidad en la que no hayan existido guerras, en alguna parte
del mundo, tan siquiera durante un período de unos pocos años. Desde la remota
Sumeria, pasando por Mesopotamia, grandes imperios como el Romano o el Persa, o
más recientemente, desde el siglo XV hasta nuestros días, con la Guerra de los
30 años o las Guerras Mundiales. Nunca, nunca en la historia hemos vivido en
paz.
Tampoco nos hemos
salvado de las pandemias. En el siglo XIV, la Peste Negra asoló Europa hasta
aniquilar a prácticamente la mitad de la población. Y, sin ir más lejos, hace
apenas 100 años el cólera arrasó a más de 50 millones de personas en todo el
mundo.
Esto, por citar
únicamente un par de ejemplos. La realidad es que cada pocas generaciones
existe una gran pandemia que mata a miles, si no millones de personas.
Ni que decir
cabe, que ninguna de estas pandemias fue obra de conspiración alguna del ser
humano, sino de simples mutaciones de virus.
Ahora, veamos dos
puntos muy interesantes a tener en cuenta sobre la evolución del mundo en que
vivimos, en lo que concierne al ser humano: la superpoblación y el uso del planeta.
En el siglo XV,
hace tan solo 500 años, la población mundial era de unos 500 millones de
personas. Esta población fue elevándose de forma progresiva hasta alcanzar los
1.000 millones de habitantes en la Primera Revolución Industrial, allá por el
año 1800. En poco más de 100 años, a comienzos del 1.900, la población mundial se había triplicado. Hoy en día, estamos hablando de más de
6.000 millones de habitantes, que según estimaciones, serán 10.000 millones
dentro de unos pocos años.
Como podemos
imaginar, este crecimiento es insostenible. Estamos hablando de miles de
millones de personas con unas necesidades; necesidades alimenticias, de consumo
energético, consumo a nivel ocio, transportes, generación de basura, etc. Los
recursos del planeta son limitados, ¿hasta cuándo podrá seguir dándonos de
comer y de vivir este pobre y explotado planeta, que tan generosamente nos ha
permitido permanecer aquí tantos años?
Visto todo esto,
no cuesta mucho imaginarse que, en un país donde actualmente viven más de 1.400
millones de personas, en una ciudad como Wuhan, con 11 millones de habitantes
(sí, en una sola ciudad), donde muchos de ellos viven acinados, en condiciones
anti higiénicas, con alimentos en no mejores condiciones… lo raro es que no se
haya expandido un virus o cualquier otro tipo de enfermedad mucho antes. Y,
visto lo visto, suerte tenemos de que esta pandemia mundial en la que
actualmente estamos envueltos, no sea más que un “simple intento” de pandemia,
un pequeño test que nos hace la madre natura.
Si bien es cierto
que vivimos en un estado de emergencia mundial, no debemos olvidarnos que el
ser humano siempre ha estado inmerso en situaciones similares (normalmente
mucho peores) a lo largo de la historia.
No olvidemos que
somos la generación que más comodidades ha tenido y mejor ha vivido a lo largo
de la historia conocida. Seguramente, por eso mismo nos coge a todos por
sorpresa. Por ello cuesta tanto no escaparse al bar a
tomar algo, salir con el teléfono móvil a cazar Pokemon o pasar la tarde en
un enorme centro comercial, comprando artilugios o ropa innecesaria.
Es la razón por la
que la gente no es capaz de aguantar 30 días en su hogar (con abundante comida y bebida, televisión o teléfono móvil). Ya le gustaría a nuestros abuelos
y bisabuelos (o quienquiera de cualquier otra generación) estar encerrados en sus casas, en las condiciones actuales.
La gente más optimista cree que esto es una buena lección para la humanidad, que todo cambiará y
comenzaremos a dar valor a cosas que antes no hacíamos, o que aprenderemos a
cuidarnos mejor los unos a los otros.
Más que un optimismo real, podría decirse que es una forma de animarse, autoconvencerse de que existe una solución a este agujero sin fondo.
La realidad es que, en cuanto pasemos
todo esto, nos olvidaremos de lo sucedido. La gente seguirá siendo egoísta,
mirando por sí misma, calmando su sed en centros comerciales, invirtiendo su tiempo en conseguir el teléfono más novedoso o
viajando a los más lujosos resorts, dentro de países inmersos en el hambre y la
desigualdad.
Seguiremos intentando mejorar la economía, desarrollando la tenología, automatizando procesos, llevaremos la ciencia a un nivel superior. Tal excelencia evolutiva irá haciendo a esta raza cada vez más inservible... y aniquilando nuestro hogar, nuestro planeta, para llevarlo hasta la extenuación.
Desgraciadamente,
esto solo es el comienzo de lo que muchos de nosotros no terminaremos de ver.
Algo mucho peor está por llegar, algo que afectará de forma casi decisiva a esta especie
maldita. Y es que, la naturaleza seguirá con su purga para intentar sobrevivir.
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