miércoles, 16 de octubre de 2024

Utopía

 


 —¡Venga! ¡Vamos! ¡No seas perezoso, métete en el agua a jugar con nosotros!

Cabizbajo, les miraba con tristeza y se apartaba, como cada mañana, a su sombrío rincón. Al fin y al cabo, ese matorral le ayudaba a ocultarse de tanto calor y, con suerte, encontraría alguna suculenta lombriz para aquitar su pesadumbre.
Desde allí, observaba revolotear a quienes no consideraba sus amigos, mientras soñaba con llegar a aquel lugar tan misterioso y que tanto le intrigaba.
Pero, ¿cómo iba a llegar hasta allí? No podía nadar...


¿Qué observas tan enigmáticamente?

¿¿Quién... quién me habla??

Aquí abajo —replicó la rana.

Me sorprende tu valentía, ¡eres tan pequeña y jugosa que podría devorarte de un bocado!

A duras penas eres capaz de zamparte una pequeña lombriz y eres tan temeroso que hasta el agua te asusta. ¿Crees que debería tener miedo?

Tras un afligido suspiro, apartó la mirada del pequeño anfibio.

Allí no hay nada que no puedas encontrar en este lugar —dijo la rana.

¿Cómo lo sabes? ¿¡Acaso has estado!?

Está muy lejos y vivo muy feliz aquí, en la charca. No necesito nada más.

No sé cómo puedes ser feliz en ese lugar; es pequeño ¡y apesta! Seguro que allí serías más dichosa.

¿Eso crees? Quien no es feliz con lo que tiene, difícilmente será feliz con lo que quiere. —replicó la rana, antes de engullir un pequeño insecto.

¿Cómo voy a ser feliz? Odio todo lo que hay a mi alrededor. ¡Míralos! chaporreando en el agua como si fueran ridículos pajarillos recién salidos del nido. Y qué me dices de esas truchas, que sacan la cabeza, como queriendo escapar de una cárcel.

La envidia es la admiración vestida de frustración. Aceptar a los demás es la única manera de aceptar la culpa que tú mismo te impones.


Enfadado, se levantó, dispuesto a abandonar tan amarga compañía.

¿¡Qué haces!? ¡Maldita rana! ¿Por qué me haces un corte en la pata con esa afilada piedra?

No temas, no te haré nada malo. Observa tu herida, ¿qué ves?

¡Sangre, veo sangre! —exclamó sollozando.

Llora, amigo, llora hasta que las lágrimas cicatricen tu herida. Obsérvala, ¿ves algo? Es una luz brotando. Ella te iluminará.

Atónito, continuó escuchando al pequeño anfibio.

Te hundes en el agua porque vistes tu fracaso con la ropa de la culpa. Llevas tantas capas de frustración y mentiras, que éstas te pesan y no puedes nadar.
La vida es como una cebolla: la verdad está en su núcleo, pero hay que desprenderse de capas de odios, miedos y represiones para alcanzarla.

Nuestra amiga continuó sollozando, como lluvia que llena un pantano tras una larga sequía. Su oscuro y pesado plumaje comenzó a caer y la rana tuvo que dar un pequeño salto para no quedar aplastada. Ésta continuó. 

Esa piedra tan dura que sientes ahí adentro, junto a tu corazón... cógela y arrójala al pantano, es el odio; te hace más pesado y te impide avanzar.

Tras lanzar la piedra, una mariposa se asustó y alzó el vuelo.

—¿La ves? Tan colorida, tan bella... ella vivía encerrada en un capullo, pero se liberó de su prisión; ahora vuela libre y feliz.

Gra... gracias, amiga. No sé cómo agradecerte todo esto —espetó, suspirando—. Me siento como fuente que ayuda al sediento.

La gratitud transforma lo que tenemos en suficiente, y lo que somos, en abundancia; quien sabe agradecer, vive en plenitud. Has plantado la semilla de la paz, solo has de regarla cada día.

—¿¿Nos, nos... nos veremos mañana??

Por aquí estaré, amiga.


A pesar de permanecer toda la noche en vela, a la mañana siguiente nuestro amigo se encontraba entusiasmado. Algo mágico recorría su interior, como nunca antes había sentido. Jamás había hablado con un rosal, pero estaba seguro que sentía algo parecido a cuando éste florecía en primavera.

Se lanzó al agua y comenzó a nadar en busca de la gran felicidad que allí, a lo lejos, parecía llamarle. Nadaba y nadaba, pero cuanto más nadaba, más parecía alejarse su sueño. No sabía que éste era el horizonte, no sabía que se llamaba utopía.

lunes, 14 de octubre de 2024

¿Dónde están los sueños?

 



Columpios susurrando a las nubes, en un impulso de alegría y esperanza, que al final siempre vuelven al punto de partida. Coloridos sonidos y verde melodía, junto a un lago a simple vista sereno, cuyas aguas profundas esconden remolinos de pensamientos olvidados. Arena con la que disfrutar haciendo todo tipo de formas y figuras, frondosos árboles que parecen susurrar secretos ya olvidados...

Todos los sentimientos y emociones se encontraban jugando en el parque de la vida.


Pero, como toda vida, tenía sus cosas buenas y sus cosas malas. Podía verse a los sentimientos columpiarse, ayudados por el Ánimo y empujados por la Fe. El columpio de al lado permanecía inmóvil, con Desgana subida en él y Apatía sin empujarlo. Eran mirados por Curiosidad e Interés desde detrás de un matorral, esta última sin entender por qué Apatía y Desgana no querían divertirse. Curiosidad lo observaba con una curiosa mirada, ¡qué curioso! Curioso le parecía también a Intriga, intrigado en qué estaban dialogando sus dos compañeros.

Histeria no dejaba de dar vueltas en círculo. 

—¡¡Ese tobogán es muy peligroso!! —Le gritaba a Temeridad.

Ésta hacía caso omiso y, junto a su compañera y colega Desobediencia, se lanzaban por el largo tubo para ir a dar con sus huesos sobre la arena, donde el Dolor les estaba esperando. 

—¡¡No me piséis!! —Una vez más hicieron caso omiso a sus súplicas.

Desdicha también merodeaba con sus amigos Disgusto y Pena sobre la arena del parque. Nadie se acordaba de ellos, nadie quería jugar con ellos… pero al final, por una cosa u otra siempre acababan, eso sí, por un descuido, encontrándose con sus enfadados compañeros. —¡Cuidado, Descuido! que te vas a caer del columpio —, y es que, al final, el descuido casi siempre acababa con Dolor. Al lado estaba la Despreocupación con su melliza la Preocupación, preocupada de haber sido tan despreocupada, al ir a parar con Disgusto y Lamento. 

—¡Debéis ser más cautos!—Gritaba la Cautela… 

—Claro, para ti es fácil —Replicaba el Enojo.

Aun así, y a pesar de todos los contratiempos, los sentimientos jugaban tranquilos en el parque; claro, Tranquilidad siempre estaba sentada vigilándoles, mientras tejía unos patucos o unas sandalias, dependiendo de la época del tiempo, para sus nietos Paz y Sosiego. Bienestar y Serenidad hablaban de sus cosas con Tranquilidad, observando cómo la Duda con Júbilo jugaba.


Pero, una tarde, se comenzó a notar que algo no iba bien. Pena y Amargura estaban presentes en todos los rincones del parque. Ilusión jugaba sin ilusión y los sueños no estaban por ninguna parte, 

—¿Dónde están los sueños?—Se preguntaba la Intriga, mientras dejaba de mirar a los aburridos Apatía y Desgana. 

—Aburrimiento, ¿has visto a los sueños?—Preguntaba Intriga. 

—Pereza, ¿tú has visto a los sueños? ¿Y tú, Traición? 

Esta última decía haberlos visto junto al Gran Acantilado. Ingenuidad acompañó a Intriga a buscarlo, pero no era así, allí no estaban los sueños… solo la Pasión echándose la siesta. ¿Dónde podrían estar los sueños? Bienestar, Serenidad, Intriga, Ingenuidad… ¡incluso Pereza! todos buscaban a los sueños, pero no los encontraban por ninguna parte.

Incongruencia dijo haberlos visto por última vez cerca del Odio, la Ira y la Amargura, en la zona oscura del parque, hacía ya un par de días. Desconfianza y Engaño dijeron haberlos visto también por la zona oscura esa misma mañana… Bienestar, Serenidad, Intriga, Ingenuidad… ¡incluso Pereza! fueron a buscarlos, tenían que encontrar a los sueños. 

En un recóndito rincón encontraron al Amor llorando, desconsolado. 

—Lleva así varios días —Decía Preocupación. 

A los sentimientos les parecía extraño, no les era normal ver al Amor llorando desconsolado durante tanto tiempo, algo muy grave debía pasarle. Allí cerca, Felicidad y Afección vivían con desgana, y no es que Desgana debiera ser marginada, pero ya había estado mucho tiempo con ellos, demasiado tiempo. También Desinterés y Desánimo jugaban con ellos a todas horas, incluso día y noche, al no poder dormir por culpa de Temor, que no paraba de hacer ruido. ¿Temor a qué? Quizá temor a la soledad, «pobre Soledad», se decía Penumbra.


Una vez llegaron a la zona oscura continuaron la búsqueda de los sueños. 

—Mira detrás del rosal —Le decía Intriga a la Obediencia, —nada, aquí solo está la Belleza echándose la siesta. 

—Debajo de las rocas —Nada, la Pasión. 

Y debajo del viejo sauce llorón, pasando el día se encontraba el Entusiasmo.

Todo esto era tan raro… sentimientos que siempre jugaban junto al gran árbol, con la Tranquilidad y el Bienestar, estaban apáticos, tristes y apenados.

Aun así, seguían sin encontrar a los sueños. A Amargura y Desánimo parecía no importarles la situación de los otros sentimientos, ya que tenían los columpios libres para jugar junto a Abandono y Desgana. Ellos, que siempre estaban echándose sus partidas de mus con cara de pocos amigos, y más aburridos que el propio Aburrimiento.

Sabiduría e Inteligencia, que habían sido aceptados por todos hacía mucho, mucho tiempo, se enteraron de lo sucedido y decidieron reunirse con todos los sentimientos. Les hicieron ver que los sueños no son un sentimiento; no podían estar tristes por ellos, ya que no eran uno de los suyos… pero entonces, ¿por qué todos les echaban de menos? ¿por qué el Amor estaba apenado? ¿y la Felicidad?


Varias semanas después, tras varios días de invernal vendaval, amaneció un sol reluciente en el horizonte. El estropeado rosal pareció rejuvenecer y Entusiasmo fue el primero en levantarse; se le podía ver dándose un paseo bajo los preciosos rayos de sol. Ilusión fue la siguiente en madrugar aquella mañana: se puso el pantalón corto y salió a correr.

Cuando sus compañeros vieron esto se alegraron; se alegraron todos excepto Abandono, Desgana, Amargura e Inquietud, que ya no sabían cómo divertirse y volvieron a sus aburridas partidas matutinas de mus. 

Ya por la tarde encontraron a Felicidad, jugando en el tobogán, feliz, con su compañera Prudencia, ella siempre tan cauta. 

—¡Ten cuidado, te vas a hacer daño!

Junto al rincón oscuro, cerca de ellos estaba el Amor, acababa de salir y, ya sin lágrimas en los ojos, se fue a ver a sus amigos. Aún estaba triste, aunque se le veía más animado que antes. 

—Venga, ¡vamos a jugar! —Le gritaba la Ilusión.

Amor se fue con Ilusión, a quienes se unió un exultante Entusiasmo. Poco a poco el Amor fue jugando con sus compañeros hasta que volvió a recobrar la felicidad; Amor y Felicidad jugaban con Entusiasmo. Todo era tan bonito… hasta la Belleza había dejado de echarse sus eternas siestas tras el ya florecido rosal. 

—¡Bendita primavera! —Gritaba ésta.


Todo parecía volver a su cauce normal, pero… ¿qué pasó con los sueños? se preguntaba la Ignorancia. Todos se habían olvidado de ellos y no habían aparecido por ninguna parte; bueno, qué importa, si no eran un sentimiento…

Efectivamente, los sueños no son un sentimiento. Lo que no saben es que, allá donde estén, sin ellos, el Amor aún estaría llorando en su oscuro rincón y Felicidad seguiría jugando con Desgana.


domingo, 6 de octubre de 2024

El Vagabundo

 


—¿Qué haces tan tarde, buen hombre, en este oscuro callejón? ¿Qué buscas bajo esta pequeña farola?

—Ohhh, déjame, viejo vagabundo. Estoy buscando las llaves del coche, se me han perdido y he de volver a casa cuanto antes.

—¿Tanta prisa tienes en llegar? ¿Acaso te espera algo más gratificante que este sombrío callejón?

—Hace frío y no tengo humor para hablar con desconocidos. No hay nada más ingrato que estar merodeando en la oscuridad.

—Nunca tenemos tiempo para hablar con lo que desconocemos, quizá por eso no lo conocemos, quizá por eso nuestro humor oscurece el camino y buscamos quien lo ilumine.

Si más nos detuviéramos a observar en la oscuridad, sería la luz la que vendría a nosotros y no nosotros a ella —replicó el mendigo.

—Qué sabrás tú del camino y de la luz, durmiendo bajo esos cartones, viejo infeliz. Poca suerte has tenido en la vida, para tanta sabiduría que crees llevar contigo.

—La felicidad no colma los sentidos, colma el corazón —dijo el mendigo.— La felicidad no es el tener, es el ser.

—El frío apremia, y a la vista está que no has tenido suerte en la vida como para ir dando lecciones —replicó el hombre frunciendo el ceño.

—La riqueza no consiste en tener muchas posesiones, sino pocos deseos. ¿Eres feliz, buen hombre? —preguntó el mendigo sonriendo.


Tras un instante de silencio, el hombre replicó visiblemente molesto.


—Me sorprende que sonrías, viejo loco. Acecha tormenta y tu sucio cobijo está infestado de mugre. 

—La tormenta está en tu corazón, amigo. Una sonrisa pura no entiende de bienes materiales, ¿acaso no es feliz el pez, sin un hogar donde cobijarse? Lo creemos perdido en la inmensidad del océano, mas en su libertad está su felicidad. A él no le invaden pensamientos que no sabe gestionar.

—He de encontrar mis llaves y marchar cuanto antes —replicó el hombre un poco aturdido.

—Yo te ayudaré a buscarlas. ¿Fue aquí donde las perdiste? No me suena haberte visto antes por este lugar.

—Las perdí a dos manzanas de aquí.

—¿Y qué haces, pues, buscándolas bajo esta farola y no donde las perdiste?

—Es el único lugar donde hay luz —contestó el hombre cabizbajo.

—No aganches la cabeza, no te avergüences, pues buscar en el lugar equivocado es humano. Preferimos herrar, una y otra vez, antes que enfrentarnos a lo que nos hace sufrir.

No te enfades porque haya oscuridad, disfruta las tinieblas, pues cuando dejes de temerlas y seáis amigos, encontrarás la luz que te muestre la salida.


El hombre, cabizbajo y pensativo, sintió un escalofrío que le recorrió el cuerpo.

Cuando alzó la cabeza para dar las gracias al mendigo, éste ya no estaba.

Se tumbó y se arropó con las cajas de cartón; una noche más el frío lo apremiaba en ese oscuro callejón.



lunes, 16 de septiembre de 2024

La leyenda de la Mentira y la Verdad

 



Cuenta la leyenda que un día la Mentira y la Verdad se encontraron en un río. Entonces, la Mentira le dijo a la Verdad:

– Buenos días, doña Verdad

Y la Verdad, que no se fiaba mucho de su nueva amiga, comprobó si realmente era un buen día. Miró al cielo azul sin nubes, escuchó cantar a los pájaros y llegó a la conclusión de que, efectivamente, era un buen día.

– Buenos días, doña Mentira.

– Hace mucho calor hoy, dijo la Mentira.

Y la verdad vio que tal y como decía la Mentira, era un día caluroso.

La Mentira entonces invitó a la Verdad a bañarse en el río. Se quitó la ropa, se metió al agua y dijo:

– Venga doña Verdad, que el agua está muy buena.

Por aquel momento la Verdad ya sí se fiaba de la Mentira, así que se quitó la ropa y se metió al río. Pero entonces, la Mentira salió del agua y se vistió con la ropa de la Verdad, mientras que la Verdad se negó a vestirse con la ropa de la Mentira, prefiriendo salir desnuda y caminar así por la calle. La gente no decía nada al ver a la Mentira vestida con la ropa de la verdad, pero se horrorizaba al paso de la Verdad desnuda.

viernes, 6 de septiembre de 2024

El tiempo






Tardé en volver, me entretuve. 
Deambulé de aquí para allá, buscando sin saber muy bien el qué, mas el premio de la pluma obtuve por haberme sido fiel.

Le reté de nuevo, relamiendo elixir de victoria, aunque aún miro temeroso la lejanía de la gloria.

No olvidé aquellos días donde la calma se escondía, yo jugaba perezoso mientras eso me dolía.

Noche sí y día a veces, sin saber le preguntaba, pero un oscuro silencio en mi oído repicaba.
Ella corría veloz como esperanza que se pierde, a veces tan cruel como aquel momento que no vuelve.

Solo hay una vida y un sentido para darle, así que no pienso esperar al tiempo porque él nunca se paró a esperarme.
En quejidos susurraba que mi fin era cercano, pero no solo le ignoré, sino que yo le di la mano.

No le temas a lo malo, ni te aferres a lo eterno, pues si algo malo encuentras solo trata de entenderlo.
Que no te cieguen los colores, no hagas caso a lo que oyes, pues si sientes lo que debes, ¿por qué tanto desorden?

Dicen que el tiempo todo lo cura, que al final siempre se arregla, que si no sales corriendo, no habrá quien te detenga.
Despierta, aprende y observa: en el camino está la llave que el destino anhela. 

viernes, 16 de agosto de 2024

El ladrón de ideas

 



Danny Vidlak era un tipo algo peculiar, aunque aparentaba ser uno más en esta típica y desolada sociedad. A veces pasaba desapercibido, otras, la percepción no era cercana a la realidad. 

Deambulaba por las calles de Dubrovnik con la mirada perdida, disfrutando de la naturaleza que ésta ofrecía y sintiendo una extraña satisfacción cada vez que veía un animalillo revolotear a su alrededor. Gustaba del olor de la lluvia en días resecos, pues ese rezumar del humo sobre el asfalto era lo más cercano a estar rodeado de su amada naturaleza, sintiendo la pureza de la conjunción de los tres elementos.

Algunas noches disfrutaba de cenas con allegados, otras, compartía charlas mundanas con individuos a los que no tenía demasiado aprecio, aunque algunos de ellos le consideraban amigo. 
Nadie conocía realmente a Dan; él, sin embargo, no podía decir lo mismo de los demás.



Una mañana más, en su paseo matutino antes de comenzar su jornada laboral, aprovechaba el semáforo en rojo para detenerse y observar a la gente que lo rodeaba.
A su derecha, una pobre mujer, de mirada triste y apesadumbrada; trataba de no pensar, descompuesta tras no haber dormido, una noche más, por culpa de la borrachera de su marido.
Al lado, un apuesto joven con relucientes zapatos; alto, de constitución fuerte, labrada en uno de esos gimnasios repletos de testosterona. Era abogado y le daba vueltas a cómo salir bien parado con su cliente, ese pobre imbécil que había sido engañado por su pareja.

De repente, Dan sintió un destello al otro lado de la calle y su mirada se detuvo en una mujer algo mayor que él. Parecía pensativa, con la mirada perdida en el horizonte, mientras sujetaba su libro con firmeza. Dan sentía que... Un empujón hizo que saliera de su trance, vio el semáforo en verde y aprovechó a cruzar al otro lado del asfalto, donde un estúpido individuo, al que seguramente se le habían pegado las sábanas, casi lo atropella con su vieja bicicleta. 
<<¡Imbécil!>>, gritó Dan para sus adentros.

Por unos instantes sintió desesperación y ahogo, hasta que, tras dar un par de giros sobre sí mismo, volvió a tomar contacto con la mujer que le había hecho olvidarse de todos aquellos comunes.
Ya, un poco más de cerca, pudo ver su tristeza; tenía el espíritu afligido, era como si... En ese momento, Dan sintió un cosquilleo que le recorrió el cuerpo. Cerró fuerte los ojos y volvió a observarla.
Su sonrisa era sana, transparente, su caminar seguro y su mirada sincera. Tenía algo especial que le encandilaba; eso que había visto muy pocas veces en su vida y aún no era capaz de comprender. Al entrar en lo más profundo de su alma, sintió un pequeño mareo que le hizo apoyarse en una señal de tráfico.

La mujer, en la que, sin saberlo, estaría pensando el resto de su vida desde ese momento, se giró y le miró a los ojos. Dan sintió que le decía algo y un escalofrío recorrió su cuello, hasta llegar a los pies.
Una aguja perforó su corazón; una mezcla de felicidad pura y absoluta soledad. Nunca había vivido tal sensación, es como si hubiese encontrado ese lazo invisible que le unía a otro ente, esa sensación de haber encontrado aquella persona que completaba su esencia y le tenía inquieto desde hacía mucho tiempo.

Las dos almas fueron alejándose con el movimiento de sus pasos, oponiéndose a la fuerza que les unía. A Dan le dieron unas ganas irremediables de abrazarla, o simplemente balbucear un "hola" y sonreír como un tonto.

Dan bajó la cabeza con signos de tristeza y retornó a casa, ya se había consumido lo suficiente para llevar tan pocas horas despierto.

<<¿¡Por qué yo!?>> Dan se maldecía.



Su cabeza procesaba emociones, pensamientos y sentimientos de gente que no le importaba más que una simple ráfaga de viento. Todo eso no le importaba, aunque se había convertido en una adicción. Ya fuera por querer entender a la sociedad o por simple y banal cotilleo, sentía la necesidad de adentrarse en las profundidades de esos pobres seres que le rodeaban. 

<<Mentes autómatas, configuradas para creer que son felices, haciendo de sus vidas un cúmulo de insustanciales experiencias. No les culpo; el ser humano, como todos los animales, tiene instinto de supervivencia, y ésa es la mejor forma de sobrevivir en este artificial mundo que hemos creado. Desde pequeños nos enseñan a actuar de una forma determinada, normalmente reprimiendo nuestros instintos más básicos, lo cual nos hace tener una base de inconsciente infelicidad.
Y, los pocos que se dan cuenta y tratan de seguir el camino de la libertad de su alma, se encuentran desolados y abatidos, solos e incomprendidos. Cada persona ha de elegir cuánta verdad es capaz de soportar.>>

Con el tiempo, fue dándose cuenta que, quizá, su destino en la vida era ayudar a otras personas. Pero, ¿cómo ayudar a esos seres a los que, en muchas ocasiones, llegaba a aborrecer? Él sufría su maldición en silencio. Silencio que se tornaba en maldición al ocultarse el sol; otra noche más, aquella mujer no le dejaba conciliar el sueño.

Sin querer que los demás se diesen cuenta de su inconsciente propósito, Dan conversaba y debatía con conocidos y extraños indistintamente. Aunque no quisiera reconocerlo, las mayores alegrías no son las que él mismo gozaba, sino las que procuraba a los demás.
Músicos, psicólogos, dependientas o conserjes, con todos ellos iba creando un fugaz lazo que le hacía sonreír, a la vez que entristecer aún más su alma. Esa sensación de vacío y frustración que encontraba con quien quiera que diese; no era fácil tratar de apaciguar tantas almas desesperadas.

<<La desesperación del alma. La gente, normalmente, busca una persona a la que amar, alguien a quien querer. Alguien que llene ese vacío que todos tenemos. Muchas veces, reprimiendo sus necesidades, entregando su cuerpo y su esencia a cualquier persona que cree hacerle feliz, para así apaciguar ese sentimiento de soledad que a todos nos corroe. Normalmente, negando esa libertad que tanto nos desespera y no sabemos qué hacer con ella; la gente necesita vivir presa, antes que libre y sin rumbo. 
Pero, si no somos capaces de abrazar nuestra propia tristeza y entenderla, utilizaremos al otro como escudo contra ésta. Solo cuando es posible vivir como el águila, sin público, se puede amar a otra persona.>>

Un día más, el sol se ocultaba entre las montañas, como queriendo huir de todo aquello que había visto. Dan, mientras tanto, observaba el mundo desde su terraza.
Un grupo de jóvenes derrochaba felicidad, cantando y riendo con la ayuda de bebidas alcohólicas.
Impacientes conductores hacían sonar la bocina, desesperados por llegar tarde a su esperado partido de fútbol.

<<Qué hermosa y sincera es la Naturaleza, ella nunca dice algo que no piensa. En un mundo lleno de ruido, la soledad es la canción más hermosa.>>

<<Aún recuerdo cuando era joven: el mundo parecía diferente, unido, real. Un día, me abrazó tanto la soledad que le tomé cariño. Lloré como un niño y charlamos durante largas horas como buenos amigos. Todavía nos vemos a menudo, pues ella es quien mejor comprende mis emociones.>>

Otra copa de vino, una mirada más a las estrellas. 

<<Tan cerca, tan bellas... y tan lejos. Tantos secretos que guardan. ¿Dónde vamos? ¿Somos energía que, después de la muerte, perdura y siempre permanece con sus seres queridos, aquellos con los que ha creado un vínculo a lo largo de su vida? 
La gente cree saber, pero sabemos menos de lo que nos imaginamos. Sentimos menos de lo que creemos, y no sabemos sentir. Cuán distinto sería todo si... bueno, es hora de volver a casa.>>



Las canas ya delataban el paso del tiempo, ese desagradecido que parece tener prisa y nunca nos espera.
Dan no tenía ganas de seguir observando colores, degustando las deliciosas magdalenas de Doña Danijela o disfrutando de las maravillosas vistas al mar Adriático. Se sentía mayor y solo, había dedicado toda su vida a robar pensamientos y desentrañar sentimientos.

Caminando, moribundo, hacia el acantilado del sur de Petke, quería disfrutar, quien sabe si por última vez, las preciosas vistas al océano.
Allí, en su rincón favorito, había una figura sentada.

La mujer se dio la vuelta y a Dan le dio un vuelco el corazón. Seguía igual: esa eterna sonrisa; una mirada que invadía sus noches desde hacía ya 21 años. La goma que se había estirado durante casi una eternidad, parecía unirlos tiempo después.

El abrazo por el que tantas lágrimas había vertido y tanto había añorado, al fin se hizo realidad. La sensación de plenitud y sosiego, el sentimiento de un alma plena con su llama gemela, después de todo lo vivido, invadía su ser.

<<Al fin, puedo descansar en paz.>>