lunes, 16 de septiembre de 2024

La leyenda de la Mentira y la Verdad

 



Cuenta la leyenda que un día la Mentira y la Verdad se encontraron en un río. Entonces, la Mentira le dijo a la Verdad:

– Buenos días, doña Verdad

Y la Verdad, que no se fiaba mucho de su nueva amiga, comprobó si realmente era un buen día. Miró al cielo azul sin nubes, escuchó cantar a los pájaros y llegó a la conclusión de que, efectivamente, era un buen día.

– Buenos días, doña Mentira.

– Hace mucho calor hoy, dijo la Mentira.

Y la verdad vio que tal y como decía la Mentira, era un día caluroso.

La Mentira entonces invitó a la Verdad a bañarse en el río. Se quitó la ropa, se metió al agua y dijo:

– Venga doña Verdad, que el agua está muy buena.

Por aquel momento la Verdad ya sí se fiaba de la Mentira, así que se quitó la ropa y se metió al río. Pero entonces, la Mentira salió del agua y se vistió con la ropa de la Verdad, mientras que la Verdad se negó a vestirse con la ropa de la Mentira, prefiriendo salir desnuda y caminar así por la calle. La gente no decía nada al ver a la Mentira vestida con la ropa de la verdad, pero se horrorizaba al paso de la Verdad desnuda.

viernes, 6 de septiembre de 2024

El tiempo






Tardé en volver, me entretuve. 
Deambulé de aquí para allá, buscando sin saber muy bien el qué, mas el premio de la pluma obtuve por haberme sido fiel.

Le reté de nuevo, relamiendo elixir de victoria, aunque aún miro temeroso la lejanía de la gloria.

No olvidé aquellos días donde la calma se escondía, yo jugaba perezoso mientras eso me dolía.

Noche sí y día a veces, sin saber le preguntaba, pero un oscuro silencio en mi oído repicaba.
Ella corría veloz como esperanza que se pierde, a veces tan cruel como aquel momento que no vuelve.

Solo hay una vida y un sentido para darle, así que no pienso esperar al tiempo porque él nunca se paró a esperarme.
En quejidos susurraba que mi fin era cercano, pero no solo le ignoré, sino que yo le di la mano.

No le temas a lo malo, ni te aferres a lo eterno, pues si algo malo encuentras solo trata de entenderlo.
Que no te cieguen los colores, no hagas caso a lo que oyes, pues si sientes lo que debes, ¿por qué tanto desorden?

Dicen que el tiempo todo lo cura, que al final siempre se arregla, que si no sales corriendo, no habrá quien te detenga.
Despierta, aprende y observa: en el camino está la llave que el destino anhela. 

viernes, 16 de agosto de 2024

El ladrón de ideas

 



Danny Vidlak era un tipo algo peculiar, aunque aparentaba ser uno más en esta típica y desolada sociedad. A veces pasaba desapercibido, otras, la percepción no era cercana a la realidad. 

Deambulaba por las calles de Dubrovnik con la mirada perdida, disfrutando de la naturaleza que ésta ofrecía y sintiendo una extraña satisfacción cada vez que veía un animalillo revolotear a su alrededor. Gustaba del olor de la lluvia en días resecos, pues ese rezumar del humo sobre el asfalto era lo más cercano a estar rodeado de su amada naturaleza, sintiendo la pureza de la conjunción de los tres elementos.

Algunas noches disfrutaba de cenas con allegados, otras, compartía charlas mundanas con individuos a los que no tenía demasiado aprecio, aunque algunos de ellos le consideraban amigo. 
Nadie conocía realmente a Dan; él, sin embargo, no podía decir lo mismo de los demás.



Una mañana más, en su paseo matutino antes de comenzar su jornada laboral, aprovechaba el semáforo en rojo para detenerse y observar a la gente que lo rodeaba.
A su derecha, una pobre mujer, de mirada triste y apesadumbrada; trataba de no pensar, descompuesta tras no haber dormido, una noche más, por culpa de la borrachera de su marido.
Al lado, un apuesto joven con relucientes zapatos; alto, de constitución fuerte, labrada en uno de esos gimnasios repletos de testosterona. Era abogado y le daba vueltas a cómo salir bien parado con su cliente, ese pobre imbécil que había sido engañado por su pareja.

De repente, Dan sintió un destello al otro lado de la calle y su mirada se detuvo en una mujer algo mayor que él. Parecía pensativa, con la mirada perdida en el horizonte, mientras sujetaba su libro con firmeza. Dan sentía que... Un empujón hizo que saliera de su trance, vio el semáforo en verde y aprovechó a cruzar al otro lado del asfalto, donde un estúpido individuo, al que seguramente se le habían pegado las sábanas, casi lo atropella con su vieja bicicleta. 
<<¡Imbécil!>>, gritó Dan para sus adentros.

Por unos instantes sintió desesperación y ahogo, hasta que, tras dar un par de giros sobre sí mismo, volvió a tomar contacto con la mujer que le había hecho olvidarse de todos aquellos comunes.
Ya, un poco más de cerca, pudo ver su tristeza; tenía el espíritu afligido, era como si... En ese momento, Dan sintió un cosquilleo que le recorrió el cuerpo. Cerró fuerte los ojos y volvió a observarla.
Su sonrisa era sana, transparente, su caminar seguro y su mirada sincera. Tenía algo especial que le encandilaba; eso que había visto muy pocas veces en su vida y aún no era capaz de comprender. Al entrar en lo más profundo de su alma, sintió un pequeño mareo que le hizo apoyarse en una señal de tráfico.

La mujer, en la que, sin saberlo, estaría pensando el resto de su vida desde ese momento, se giró y le miró a los ojos. Dan sintió que le decía algo y un escalofrío recorrió su cuello, hasta llegar a los pies.
Una aguja perforó su corazón; una mezcla de felicidad pura y absoluta soledad. Nunca había vivido tal sensación, es como si hubiese encontrado ese lazo invisible que le unía a otro ente, esa sensación de haber encontrado aquella persona que completaba su esencia y le tenía inquieto desde hacía mucho tiempo.

Las dos almas fueron alejándose con el movimiento de sus pasos, oponiéndose a la fuerza que les unía. A Dan le dieron unas ganas irremediables de abrazarla, o simplemente balbucear un "hola" y sonreír como un tonto.

Dan bajó la cabeza con signos de tristeza y retornó a casa, ya se había consumido lo suficiente para llevar tan pocas horas despierto.

<<¿¡Por qué yo!?>> Dan se maldecía.



Su cabeza procesaba emociones, pensamientos y sentimientos de gente que no le importaba más que una simple ráfaga de viento. Todo eso no le importaba, aunque se había convertido en una adicción. Ya fuera por querer entender a la sociedad o por simple y banal cotilleo, sentía la necesidad de adentrarse en las profundidades de esos pobres seres que le rodeaban. 

<<Mentes autómatas, configuradas para creer que son felices, haciendo de sus vidas un cúmulo de insustanciales experiencias. No les culpo; el ser humano, como todos los animales, tiene instinto de supervivencia, y ésa es la mejor forma de sobrevivir en este artificial mundo que hemos creado. Desde pequeños nos enseñan a actuar de una forma determinada, normalmente reprimiendo nuestros instintos más básicos, lo cual nos hace tener una base de inconsciente infelicidad.
Y, los pocos que se dan cuenta y tratan de seguir el camino de la libertad de su alma, se encuentran desolados y abatidos, solos e incomprendidos. Cada persona ha de elegir cuánta verdad es capaz de soportar.>>

Con el tiempo, fue dándose cuenta que, quizá, su destino en la vida era ayudar a otras personas. Pero, ¿cómo ayudar a esos seres a los que, en muchas ocasiones, llegaba a aborrecer? Él sufría su maldición en silencio. Silencio que se tornaba en maldición al ocultarse el sol; otra noche más, aquella mujer no le dejaba conciliar el sueño.

Sin querer que los demás se diesen cuenta de su inconsciente propósito, Dan conversaba y debatía con conocidos y extraños indistintamente. Aunque no quisiera reconocerlo, las mayores alegrías no son las que él mismo gozaba, sino las que procuraba a los demás.
Músicos, psicólogos, dependientas o conserjes, con todos ellos iba creando un fugaz lazo que le hacía sonreír, a la vez que entristecer aún más su alma. Esa sensación de vacío y frustración que encontraba con quien quiera que diese; no era fácil tratar de apaciguar tantas almas desesperadas.

<<La desesperación del alma. La gente, normalmente, busca una persona a la que amar, alguien a quien querer. Alguien que llene ese vacío que todos tenemos. Muchas veces, reprimiendo sus necesidades, entregando su cuerpo y su esencia a cualquier persona que cree hacerle feliz, para así apaciguar ese sentimiento de soledad que a todos nos corroe. Normalmente, negando esa libertad que tanto nos desespera y no sabemos qué hacer con ella; la gente necesita vivir presa, antes que libre y sin rumbo. 
Pero, si no somos capaces de abrazar nuestra propia tristeza y entenderla, utilizaremos al otro como escudo contra ésta. Solo cuando es posible vivir como el águila, sin público, se puede amar a otra persona.>>

Un día más, el sol se ocultaba entre las montañas, como queriendo huir de todo aquello que había visto. Dan, mientras tanto, observaba el mundo desde su terraza.
Un grupo de jóvenes derrochaba felicidad, cantando y riendo con la ayuda de bebidas alcohólicas.
Impacientes conductores hacían sonar la bocina, desesperados por llegar tarde a su esperado partido de fútbol.

<<Qué hermosa y sincera es la Naturaleza, ella nunca dice algo que no piensa. En un mundo lleno de ruido, la soledad es la canción más hermosa.>>

<<Aún recuerdo cuando era joven: el mundo parecía diferente, unido, real. Un día, me abrazó tanto la soledad que le tomé cariño. Lloré como un niño y charlamos durante largas horas como buenos amigos. Todavía nos vemos a menudo, pues ella es quien mejor comprende mis emociones.>>

Otra copa de vino, una mirada más a las estrellas. 

<<Tan cerca, tan bellas... y tan lejos. Tantos secretos que guardan. ¿Dónde vamos? ¿Somos energía que, después de la muerte, perdura y siempre permanece con sus seres queridos, aquellos con los que ha creado un vínculo a lo largo de su vida? 
La gente cree saber, pero sabemos menos de lo que nos imaginamos. Sentimos menos de lo que creemos, y no sabemos sentir. Cuán distinto sería todo si... bueno, es hora de volver a casa.>>



Las canas ya delataban el paso del tiempo, ese desagradecido que parece tener prisa y nunca nos espera.
Dan no tenía ganas de seguir observando colores, degustando las deliciosas magdalenas de Doña Danijela o disfrutando de las maravillosas vistas al mar Adriático. Se sentía mayor y solo, había dedicado toda su vida a robar pensamientos y desentrañar sentimientos.

Caminando, moribundo, hacia el acantilado del sur de Petke, quería disfrutar, quien sabe si por última vez, las preciosas vistas al océano.
Allí, en su rincón favorito, había una figura sentada.

La mujer se dio la vuelta y a Dan le dio un vuelco el corazón. Seguía igual: esa eterna sonrisa; una mirada que invadía sus noches desde hacía ya 21 años. La goma que se había estirado durante casi una eternidad, parecía unirlos tiempo después.

El abrazo por el que tantas lágrimas había vertido y tanto había añorado, al fin se hizo realidad. La sensación de plenitud y sosiego, el sentimiento de un alma plena con su llama gemela, después de todo lo vivido, invadía su ser.

<<Al fin, puedo descansar en paz.>>