domingo, 6 de octubre de 2024

El Vagabundo

 


—¿Qué haces tan tarde, buen hombre, en este oscuro callejón? ¿Qué buscas bajo esta pequeña farola?

—Ohhh, déjame, viejo vagabundo. Estoy buscando las llaves del coche, se me han perdido y he de volver a casa cuanto antes.

—¿Tanta prisa tienes en llegar? ¿Acaso te espera algo más gratificante que este sombrío callejón?

—Hace frío y no tengo humor para hablar con desconocidos. No hay nada más ingrato que estar merodeando en la oscuridad.

—Nunca tenemos tiempo para hablar con lo que desconocemos, quizá por eso no lo conocemos, quizá por eso nuestro humor oscurece el camino y buscamos quien lo ilumine.

Si más nos detuviéramos a observar en la oscuridad, sería la luz la que vendría a nosotros y no nosotros a ella —replicó el mendigo.

—Qué sabrás tú del camino y de la luz, durmiendo bajo esos cartones, viejo infeliz. Poca suerte has tenido en la vida, para tanta sabiduría que crees llevar contigo.

—La felicidad no colma los sentidos, colma el corazón —dijo el mendigo.— La felicidad no es el tener, es el ser.

—El frío apremia, y a la vista está que no has tenido suerte en la vida como para ir dando lecciones —replicó el hombre frunciendo el ceño.

—La riqueza no consiste en tener muchas posesiones, sino pocos deseos. ¿Eres feliz, buen hombre? —preguntó el mendigo sonriendo.


Tras un instante de silencio, el hombre replicó visiblemente molesto.


—Me sorprende que sonrías, viejo loco. Acecha tormenta y tu sucio cobijo está infestado de mugre. 

—La tormenta está en tu corazón, amigo. Una sonrisa pura no entiende de bienes materiales, ¿acaso no es feliz el pez, sin un hogar donde cobijarse? Lo creemos perdido en la inmensidad del océano, mas en su libertad está su felicidad. A él no le invaden pensamientos que no sabe gestionar.

—He de encontrar mis llaves y marchar cuanto antes —replicó el hombre un poco aturdido.

—Yo te ayudaré a buscarlas. ¿Fue aquí donde las perdiste? No me suena haberte visto antes por este lugar.

—Las perdí a dos manzanas de aquí.

—¿Y qué haces, pues, buscándolas bajo esta farola y no donde las perdiste?

—Es el único lugar donde hay luz —contestó el hombre cabizbajo.

—No aganches la cabeza, no te avergüences, pues buscar en el lugar equivocado es humano. Preferimos herrar, una y otra vez, antes que enfrentarnos a lo que nos hace sufrir.

No te enfades porque haya oscuridad, disfruta las tinieblas, pues cuando dejes de temerlas y seáis amigos, encontrarás la luz que te muestre la salida.


El hombre, cabizbajo y pensativo, sintió un escalofrío que le recorrió el cuerpo.

Cuando alzó la cabeza para dar las gracias al mendigo, éste ya no estaba.

Se tumbó y se arropó con las cajas de cartón; una noche más el frío lo apremiaba en ese oscuro callejón.



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