miércoles, 16 de octubre de 2024

Utopía

 


 —¡Venga! ¡Vamos! ¡No seas perezoso, métete en el agua a jugar con nosotros!

Cabizbajo, les miraba con tristeza y se apartaba, como cada mañana, a su sombrío rincón. Al fin y al cabo, ese matorral le ayudaba a ocultarse de tanto calor y, con suerte, encontraría alguna suculenta lombriz para aquitar su pesadumbre.
Desde allí, observaba revolotear a quienes no consideraba sus amigos, mientras soñaba con llegar a aquel lugar tan misterioso y que tanto le intrigaba.
Pero, ¿cómo iba a llegar hasta allí? No podía nadar...


¿Qué observas tan enigmáticamente?

¿¿Quién... quién me habla??

Aquí abajo —replicó la rana.

Me sorprende tu valentía, ¡eres tan pequeña y jugosa que podría devorarte de un bocado!

A duras penas eres capaz de zamparte una pequeña lombriz y eres tan temeroso que hasta el agua te asusta. ¿Crees que debería tener miedo?

Tras un afligido suspiro, apartó la mirada del pequeño anfibio.

Allí no hay nada que no puedas encontrar en este lugar —dijo la rana.

¿Cómo lo sabes? ¿¡Acaso has estado!?

Está muy lejos y vivo muy feliz aquí, en la charca. No necesito nada más.

No sé cómo puedes ser feliz en ese lugar; es pequeño ¡y apesta! Seguro que allí serías más dichosa.

¿Eso crees? Quien no es feliz con lo que tiene, difícilmente será feliz con lo que quiere. —replicó la rana, antes de engullir un pequeño insecto.

¿Cómo voy a ser feliz? Odio todo lo que hay a mi alrededor. ¡Míralos! chaporreando en el agua como si fueran ridículos pajarillos recién salidos del nido. Y qué me dices de esas truchas, que sacan la cabeza, como queriendo escapar de una cárcel.

La envidia es la admiración vestida de frustración. Aceptar a los demás es la única manera de aceptar la culpa que tú mismo te impones.


Enfadado, se levantó, dispuesto a abandonar tan amarga compañía.

¿¡Qué haces!? ¡Maldita rana! ¿Por qué me haces un corte en la pata con esa afilada piedra?

No temas, no te haré nada malo. Observa tu herida, ¿qué ves?

¡Sangre, veo sangre! —exclamó sollozando.

Llora, amigo, llora hasta que las lágrimas cicatricen tu herida. Obsérvala, ¿ves algo? Es una luz brotando. Ella te iluminará.

Atónito, continuó escuchando al pequeño anfibio.

Te hundes en el agua porque vistes tu fracaso con la ropa de la culpa. Llevas tantas capas de frustración y mentiras, que éstas te pesan y no puedes nadar.
La vida es como una cebolla: la verdad está en su núcleo, pero hay que desprenderse de capas de odios, miedos y represiones para alcanzarla.

Nuestra amiga continuó sollozando, como lluvia que llena un pantano tras una larga sequía. Su oscuro y pesado plumaje comenzó a caer y la rana tuvo que dar un pequeño salto para no quedar aplastada. Ésta continuó. 

Esa piedra tan dura que sientes ahí adentro, junto a tu corazón... cógela y arrójala al pantano, es el odio; te hace más pesado y te impide avanzar.

Tras lanzar la piedra, una mariposa se asustó y alzó el vuelo.

—¿La ves? Tan colorida, tan bella... ella vivía encerrada en un capullo, pero se liberó de su prisión; ahora vuela libre y feliz.

Gra... gracias, amiga. No sé cómo agradecerte todo esto —espetó, suspirando—. Me siento como fuente que ayuda al sediento.

La gratitud transforma lo que tenemos en suficiente, y lo que somos, en abundancia; quien sabe agradecer, vive en plenitud. Has plantado la semilla de la paz, solo has de regarla cada día.

—¿¿Nos, nos... nos veremos mañana??

Por aquí estaré, amiga.


A pesar de permanecer toda la noche en vela, a la mañana siguiente nuestro amigo se encontraba entusiasmado. Algo mágico recorría su interior, como nunca antes había sentido. Jamás había hablado con un rosal, pero estaba seguro que sentía algo parecido a cuando éste florecía en primavera.

Se lanzó al agua y comenzó a nadar en busca de la gran felicidad que allí, a lo lejos, parecía llamarle. Nadaba y nadaba, pero cuanto más nadaba, más parecía alejarse su sueño. No sabía que éste era el horizonte, no sabía que se llamaba utopía.

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