martes, 3 de septiembre de 2019

La coma


- ¡Cuidado, no me pisen!
Una vez más, nuestra larguirucha compañera ha sido arrollada por otro ingenuo e incrédulo hablante. Ya está harta de tanta prisa, de tanto menosprecio y, sobre todo, de su incomprendida e infravalorada existencia.

Nuestra vieja amiga ya se ha dado por vencida en esta dura e infructuosa lucha ante la ineptitud de la gente, ya no quiere seguir adelante, se encuentra sola en este mar donde la incapacidad humana navega en su gran velero y, la ingenuidad y la desconsideración, viven en una isla repleta de oscuras sombras. Nuestra compañera, sola e incomprendida, trata de no ahogarse entre tantas palabras indebidamente proliferadas por parte de su principal amenaza, el hombre.
Y es que es el hombre quien le había llevado a su casi destrucción. Aunque, lo que quizás ella no sabe, es que fue el propio hombre quien le dio vida hace ya mucho tiempo, cuando solo convivía con su gran compañero, el punto. Más adelante, los dos puntos y las tildes se unieron a este cada vez mayor grupo de pequeños signos, hasta que su presencia se hizo imprescindible en la comunicación.

Y es que, antaño, era alguien. Era alguien importante y respetada, donde su presencia imponía y su autoridad estaba latente. Cuando ella aparecía en una frase, todos se detenían ante la fabulosa y delgada pequeñaja. Pocos eran los que hacían caso omiso a sus reglas y, menos aún, los que abusaban de su confianza. Y es que ella es poderosa; es graciosa si se la sabe utilizar e incluso posee gran capacidad para maniobrar el sentido de las frases, si no se la utiliza correctamente puede causar verdaderos estragos. Malvada cuando quiere y honrada cuando puede, pero si no se la quiere, se venga si puede. La gente siempre se detiene ante ella, una mezcla de respeto y adulación ante quien se la encuentra de frente, a lo que prosigue una apresurada zancada para no adorarla más de lo debido. Y es que ella no es como el punto, quien obliga a una larga detención, ella es más humilde e indulgente. Para muchos, incluso más simpática y bonachona.

Quizá por ello la gente la menosprecia, pocos la valoran en su justa medida y su poca bravura hace que se le falte el respeto más de lo que se merece. Alguien que solo pretende dar lo mejor de sí no debería ser pateada y ninguneada de tal forma. Alguien como ella debiera ser eterna y asidua, constante y necesaria; no dejemos que desaparezca, admirémosla como se merece.

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