martes, 3 de septiembre de 2019

R

La siguiente historia es la biografía de una compañera de trabajo, colmo de la incompetencia.


Digno de un libro de surrealista comedia, de una viñeta colapsada de estúpidas marionetas danzando al son del “uno, dos, tres; uno… dos, tres”. Hay días que, en contra de la verdad impuesta, hace discutir las leyes del omnipresente Darwin (¿por qué no tuviste esto en cuenta?).
Una tarea laboral, la complejidad más extrema; un instinto inconsciente, conscientemente complicado. Alguien tiene que haber ahí arriba, sin duda, para permitir que sobreviva sin que a sus células se les olvide realizar la fotosíntesis (y es que ella funciona diferente).
Los ciegos abren sus ojos ante lo insólito de sus palabras y lo irreconocible de sus hechos. <<¡Milagro!>>
Nuevos métodos son creados y nuevas cuestiones son halladas. Bienaventurado quien la comprenda, bienaventurados no hay en esta historia…

R nació en una pequeña aldea al suroeste de Tanzania, cerca del río Rufiji. Al producirse el parto, su madre, un cuervo con diarrea, la dejó yaciendo sobre una balsita de corchopán, la cual se iba comiendo cuando le entraba apetito. Una vez consumida su balsa de salvación, fue amamantada por un pez payaso en las profundas aguas cercanas a la comarca de Mtanza.
Día soleado, viento de poniente, mochila al hombro y aventura enfrente, tocaba labrarse un nuevo destino.
<<¡Qué mañana tan bonita!>> Pero miró su reloj y observó que aún era hoy, agachó la cabeza y prosiguió su camino. Comenzaba a labrarse una personalidad exigente y única.
Su vida fue dando tumbos. En uno y otro continente dejaba caer las gotas de su elixir, como si del rocío mañanero se tratase. Rocío, su mejor amiga, era una niña mongol que conoció en sus viajes por el lejano Oriente. Se conocieron en un mercado; ella trabajaba de 7 a 9 de la mañana y vendía agua a gente con sed; no volvieron a verse, R viajaba tanto que su reloj siempre tenía la hora de otro continente, en este caso del Sur de África, donde nunca había estado. R se sentaba todas las mañanas, las tardes y las noches, esperando a su amiga. Tejía calcetines con punto de cruz, pero lo hacía con comas y le salían gorros para esquimales, los cuales vendía y sacaba algo para comer. Nunca más supo de su mejor amiga… quizá porque se había equivocado de país, estaba en Vietnam. Aquella noche loca, viendo estrellas con un catalejo opaco, hizo estragos. Ese bidón de gasolina… ya decía ella que sabía raro.

Ya en el país donde actualmente reside y, por un golpe del azar (maldito Azar, ese vietnamita le dio un golpe en la cabeza y le trajo aquí a cambio de dos ovejas sin lana), acabó en España, país de toros y tradiciones. Pronto, comenzó sus estudios de bailarina, a los 17 años. Al tener poco que estudiar, suspendió. Marcada por este tremendo varapalo, ya nada volvió a ser normal en su inquietante vida. En un plazo de 3 días perdió a su iguana Matilde, las llaves y a su amigo imaginario, Tomás. Por suerte, todo cambiaría, ya que a sus 19 años fue nombrada dama de honor en la boda de sus primos, lo que le hizo recordar aquellos felices 15 años de edad, cuando conoció a su primer novio, Jaimito. Ella se sonrojaba cuando lo veía, ya que hacía la súper original broma de “Jaimito tiene pito”, lo cual le causaba un tembleque en la risa que le hizo ser hospitalizada en 3 ocasiones, cuando aún no se habían dado su primer beso. Sí, y es que esto duró tan poco porque él murió en extrañas circunstancias, bueno, muy extraño no era que muriese, ya que se colgó del campanario del pueblo.
A la semana siguiente, decidió cambiar sus hábitos: dejaría de comer habichuelas por las tardes y se dedicaría a leer libros de gatos y revistas científicas. Esto último le hizo ver la luz… por suerte para ella, no se acercó, ya que esa luz era la de un tranvía; eran las 12 de la noche y había vuelto a salir a ver las estrellas. Por desgracia no pudo salir del país, ya que al norte encontró unas montañas muy altas con cosas blancas en su parte alta y, en el resto del país, solo agua. Agua muy salada… ¡qué asco!
Debido a sus altos conocimientos científicos decidió estudiar físicas en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid… aunque al tercer mes de clase se dio cuenta que eso no era lo suyo, y nunca mejor dicho. Al final, decidió hacerse científica por su cuenta, gracias a unos apuntes que había encontrado en una papelera, cerca del parvulario Sanasturio de Alcalá de Henares. Tras memorizar una compleja fórmula matemática de EGB, le dio una embolia cerebral y el 35% de su cerebro quedó inhabilitado de por vida, por lo que acabó “trabajando” conmigo.

Y ahora, aquí me hallo, mirando con disimulo sus incongruentes argumentos y sus estúpidas deducciones. Tratando de averiguar si este ser animado, este extraño espécimen alimentado de corchopán en su más tierna infancia, es realmente una prueba del destino o es que hay alguien más, alguien ahí arriba que hace las cosas peor de lo que pensaba. 
Observando el monitor de su ordenador como si de un bosque mongol se tratase y escribiendo poemas a su amiga Rocío, vive anhelando el día en que, por un acto de gracia, su cabeza vuelva a la normalidad que nunca tuvo. ¡Ánimo! No le hagas esto al bueno de Darwin.

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