lunes, 30 de diciembre de 2019

Pato



Pato era un patito algo particular. Su patita izquierda era un poco más larga que la derecha, lo que hacía gracioso su movimiento bípedo. Su áspero plumaje malamente escondía su, cada día, más preocupante exceso de peso; a él no le importaba, ya se había acostumbrado a su desproporcionada figura, aunque ésta le impidiese nadar y chapotear en su, antaño, charca favorita.
Las charlas con sus amigos o las noches de teatro, siempre acompañadas de esa rica bebida altamente graduada, eran mucho más agradables que las tontas aficiones de esos ineptos patitos del otro lado de la charca... parece mentira que fueran considerados de la misma especie.
<<Retrógrados inadaptados>> se decía cada vez que veía sus tontos entretenimientos en el agua o volando, como si de estúpidas alimañas se tratara.


Pero empecemos por el principio, ya que esta historia no siempre fue así...

- ¡Haaahhh! he vuelto a ganar, ¡sois unos lentos!

Era el más rápido, hábil y nadaba mejor que el resto de sus amigos. A Pato, todos le tenían por un gran atleta, además de guapo y elegante, debido a su colorido y gran plumaje. Sus alas, lisas y con un toque aterciopelado, hacían de sus vuelos una delicia para todo aquel que le divisaba en la distancia. Desde pequeñito, siempre fue el ojito derecho de su profesora de caza y, aunque modesto de él, no quisiera reconocerlo, más de una apuesta patita le hacía patitas bajo el pupitre, con la excusa de un simple resbalón.
Todas las tardes iba con sus amigos a capturar peces en el río; a parte de ser una sabrosa comida, el divertimento de estar con sus compañeros y jugar le hacía sentirse feliz, aunque esa noche tuviera que conformarse con un par de gusanos de tierra o algún que otro bichito como única comida en su pequeño platito.
La vida en la Gran Charca era jovial y amena. Los árboles que rodeaban ésta, les proporcionaban sombra en los días calurosos y, su protección en días lluviosos, era tan apreciada como un rico baño en el barro de una extenuante tarde de verano.
Al otro lado de la Gran Charca, tras cruzar el Gran Puente, estaban aquellos odiados patos grises. Los enfrentamientos entre uno y otro lado de la Gran Charca eran constantes, ya que no podían permitir que unos extranjeros volasen más alto que ellos o ganasen las competencias en los Juegos Deportivos Anuales.

Un día, mientras jugaba a la pata coja con sus amigos, se resbaló cerca del Gran Puente y acabó golpeado por una azarosa piedra que se encontraba en su camino. Esto le llevó a estar convaleciente durante 6 semanas, con una patita rota, lo cual le hizo perderse los Juegos Deportivos Anuales que, con tanto ahínco, esperaba durante tan larga temporada. Todos los días recibía las visitas de sus amigos y de su vecina Pati, la patita que le gustaba. 
Pero todas las noches, durante largo tiempo, en la cabeza de Pato siempre estaba esa piedra, esa maldita piedra. Si el incierto destino no la hubiese colocado ahí, no estaría triste y apesadumbrado, convaleciente en su gran infortunio.
Durante su larga recuperación, se dio cuenta que algo estaba cambiando en su aspecto: su color se había tornado algo más oscuro, similar al de aquellos patos tan odiados del otro lado del Gran Río. Quizá, su humor más adusto y la falta de aire fresco, le hizo cambiar algunas rutinas; la mala digestión que últimamente le acechaba, le hizo alejarse de su rica dieta, basada en aquellas sabrosas lombrices de tierra y jugosos pececillos.

Pato intentaba hacer ver a sus compañeros que los alrededores de la Gran Charca debían ser asfaltados, no podía permitir que la gente sufriera percances por algo que se podía y debía evitar. ¿Acaso eran ellos unos ignorantes, como aquellos patos del otro lado de la Gran Charca?
Comenzaron a depurar el agua, con el objetivo de evitar problemas estomacales y, la ingesta de ramitas de caña y algas, sustituyeron a los peces y lombrices, adaptándose más a la dieta de unos patitos civilizados que aquellos depredadores y atrasados ignorantes.
Pato aún conservaba su carisma y gran oratoria. Como si del mismísimo Zaratustra se tratase, fue poco a poco convenciendo a su comunidad de que sus ideas eran las mejores para que todos tuvieran una vida más saludable, hasta que todos los patitos y patitas de la zona asimilaron sus dogmas como el camino a seguir. Cuando alguien trataba de hacer algo diferente a los demás, como cazar lombrices o intentar cortejar a una bonita patita, era reprochado por todos hasta el punto de tener que exiliarse al otro lado del Gran Río. Era inaceptable ese comportamiento, más digno de sus déspotas antepasados que de una inteligente comunidad como la suya.
La vida en la Gran Charca era, poco a poco, cada vez más digna y decente. Por fin, todos los patos y patas llevaban unas costumbres propias de una sociedad como la suya. Y Pato, el gran pato, había sido el artífice de ese crucial cambio. Todos, siempre le recordarían.


Cierto día de primavera, unos animales muy grandes que caminaban sobre dos patas, aparecieron en el lugar.
Aprovechando las buenas condiciones del asfalto, su desplazamiento en gigantes máquinas era tan rápido que habrían ganado al más hábil participante en los Juegos Deportivos Anuales.
Sin mucha dificultad, unos patitos fueron capturados e introducidos en enormes sacos de tela, otros, degollados en la puerta de sus casas. Los que más suerte tuvieron, murieron ahogados en el Gran Río, incapaces de nadar para buscar su salvación.
La gran mayoría habrían podido salvarse de aquella matanza pero, sus alitas, inutilizadas durante tanto tiempo, ya no servían para eso que consideraban un acto tan inútil y rudimentario. Otros, acostumbrados a la vida sedentaria, ni si quiera podían escapar impulsados por sus dos patitas, y eran capturados como trofeo por aquellos descorazonados asesinos.

La Gran Charca quedó prácticamente vacía. Mientras tanto, al otro lado del agua, los odiados vecinos sobrevolaban la zona. Observando con incredulidad, cómo la estupidez de una raza que se creía superior, se extinguía para dejar tras de sí una nueva lección para la historia.

Engañoso placer



- ¿Qué le pongo?
- Una magdalena con crema.
- ¿Algo más?
- Nada más, gracias.

A Damián nunca le habían gustado las magdalenas; menos aún esa viscosa sustancia, más parecida a leche en descomposición que a sabroso y dulce relleno... hasta que comprendió que estaban muy sabrosas. Siempre había sido una persona muy ciega. Gracias a su mujer, al fin había encontrado sentido a todo aquello que le rodeaba y nunca había sabido apreciar.
¿Cómo, si no, habría podido descubrir esa gran afición a la lectura? Y es que, tan largas horas disfrutando de la compañía de Cervantes o el Arcipestre de Hita, junto a su eterna amada, hacían de sus noches invernales una auténtica dicha.
Obras teatrales, degustación de un buen vino, o esos preciosos cuadros pintados por un joven Velázquez, habían transformado su realidad. Todo aquello se había convertido en sus nuevas aficiones, más propias de su distinguida vida que de otras actividades indignas de cualquier buen hombre que se precie.

Burlose del destino esquivando un fangoso charco que el camino le había puesto como trampa, hasta llegar al punto medio de su paseo matinal.

<<Pobres infelices>> se volvía a decir, mientras observaba a esos malditos labradores trabajando en la arboleda. Sus sucias manos araban indecentemente la tierra, mientras sus puercos ropajes ayudaban a maximizar su mugrienta y desdichada imagen.
Tanta rabia hacia esos pobres jornaleros no era más que un rencor escondido en sus adentros, que le impedían rememorar su feliz pasado en las tierras bajas de Toledo. Menos mal que Amancia apareció en su vida... desde entonces, no volvió a necesitar nada de eso; esa indecente vida cambió gracias a su querida esposa.
Es todo lo que él había deseado, ser amado por una bella mujer, a pesar de su poca estatura y aguileña nariz; no necesitaba más, únicamente compartir aficiones para hacerle la mujer más querida y feliz del mundo.


Durante la noche, su última noche, con las doce uvas postradas en su plato, inertes, y con la única atención del propio Damián, éste pensaba; reflexionaba sobre su mísero futuro, mientras observaba de reojo esa sucia soga que tanto le llamaba la atención desde hacía 4 meses.
Aquella asquerosa leche podrida le carcomía las tripas, su sabor era tan desagradable que le costaba pensar que alguien pudiera sentir placer al tomarla. Ni aquellos bárbaros que decían haber descubierto en las lejanas indias podrían disfrutar de tal potingue.
Avivó el fuego de la lumbre con los aburridos libros en los que nunca encontró diversión alguna, para provocar aún más las llamas con los inútiles trozos de madera pintados por esos nuevos locos.

Lo que había sido todo para él durante los últimos 6 años de vida ya no existía; y nada de lo que le rodeaba le haría recobrar la esperanza de volver a disfrutar los felices días vividos tiempo ha: rodeado de mugre, tierras de labranza y malolientes mulos de carga.

Cerró los ojos y se dejó llevar por los colores y trozos de incomprensible papel que avivaban su inminente destino.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Cavilando sobre la fe en los tiempos modernos



El mundo anda falto de fe, de algo en lo que creer.


Vivimos en una sociedad moderna en la que muchos de los paradigmas han sido resueltos mediante la razón y la ciencia, donde somos conscientes de gran parte del mundo que nos rodea; eso hace que el ser humano busque nuevos dogmas, algo en lo que creer para así mantener su mente y creatividad ocupadas.
Y es que, para bien y para mal, el ser humano es un animal racional y creativo. Cuando se tiene todo y se entiende todo, no hay capacidad de seguir desarrollando la creatividad. El resultado es una necesidad de nuevas creaciones y creencias.

Desde tiempos inmemoriales, esto se solucionaba de una forma básica y sencilla: la creencia en un Dios (o varios). Una figura divina que nos daba seguridad, respondía nuestras preguntas y resolvía nuestros conflictos internos.
Aun viviendo reprimidos por un rey, cultura o sociedad, los seres humanos tenían fe en algo, ese "algo" que les hacía vivir con un amor incondicional hacia un ser esotérico e intangible.

A lo largo de los siglos, a medida que el mundo iba evolucionando, las sociedades iban ganando libertad. A la par, la razón y los nuevos descubrimientos iban desechando creencias ancestrales que daban seguridad al individuo; esto es, eliminando sustentos que eran elementales para su tranquilidad interior.

Con la Revolución Industrial, el ser humano dio un gran paso adelante en la capacidad de aumentar la eficiencia de su trabajo. Se dio cuenta de que podía exprimir mucho más su inteligencia para mejorar el rendimiento de sus acciones.
Gracias a multitud de descubrimientos e inventos, el ser humano fue desarrollando y creando una nueva sociedad, exprimiéndose tanto social como individualmente.

A medida que el hombre iba teniendo más conocimiento del mundo que le rodeaba y ganando una vida cada vez más cómoda y llena de lujos, éste se intentaba superar, creando y aprendiendo más. Así se llegó a la segunda Revolución Industrial, a los tiempos de los ordenadores, la exploración espacial, el entendimiento biológico del ser humano y así un sinfín de progresos.

Todos estos progresos no han hecho mas que sumirnos en una profunda crisis existencial, que vivimos durante el último siglo. Una crisis en la que estamos faltos de algo que nos aporte tranquilidad interior, creencias que nos trasmitan el sentimiento de pertenencia de algo, no solamente de disfrutar de los progresos y todo lo conseguido durante tantos siglos de avance.
Así, surgen y se nutren los partidos políticos de gente con fe; fe en unas creencias, en unos colores de los que muchas veces desconocemos su significado, pero que nos hacen sentir pertenencia de un algo; formar parte de un conjunto que cree en lo mismo y se apoya incondicionalmente, evitando ese sentimiento de soledad que produce el utilizar la razón de forma individual y con criterio propio. Por eso hay gente con opiniones tan diversas, políticamente hablando; por eso somos de partidos de derechas o partidos de izquierdas, tan diferentes en sus conceptos, en lugar de utilizar la razón y seguir un criterio propio, seleccionando las ideas de unos y otros que más se acerquen a nuestros supuestos principios. Los seres humanos prefieren formar parte de un conjunto de ideas preestablecidas, a establecer ellos mismos sus ideas propias; si así hiciesen, se sentirían perdidos en un mundo tan grande y variopinto. 
Lo mismo pasa en todos los ámbitos de la vida. En el fútbol la mayoría de la gente es de un equipo, y quien no lo es, está excluido de ese entorno. Con el fin de tener una seguridad, de formar parte de "un algo" para así pertenecer a un grupo y ganar seguridad, la gente se afilia a un equipo, a un partido político o a cualquier conjunto de ideas que le haga olvidar la triste realidad de la vida: que todos estamos solos, como seres individuales que somos.

A la vez de tener esa necesidad de formar parte de algo y ganar seguridad, también nos urge la necesidad de investigar, crear y dar rienda suelta a nuestra imaginación, lo cual crea un gran conflicto interno en nosotros mismos.
Esa lucha interna entre crear y aferrarse a algo que nos aporte seguridad, hace que el ser humano se vea envuelto en una constante encrucijada, donde la frustración y el miedo nos lleva a actuar de formas tan incongruentes y aparentemente irracionales.

En los últimos años, han aparecido nuevas tendencias sociales, pensamientos en masa, que no son mas que nuevos adoctrinamientos por parte de gente que se siente perdida en su "yo" individual.
Así, el feminismo, el animalismo y muchos otros "-ismos" han ido evolucionando hasta convertirse en un problema para la sociedad. La mayor parte de estas tendencias, que en la base e idea principal son beneficiosas y aportan una evolución dentro de su propio ámbito, acaban siendo una simple forma más de crear un nuevo grupo social que nutra a los individuos de fe y les ayude a escapar de ese miedo que les aterra.
Lo que en un principio comienza siendo una gran idea para conseguir igualdad social o mejorar la vida de un colectivo, acaba siendo un hierro más al que aferrarse para apagar miedos internos, transformando una gran idea en una herramienta de escape individual, normalmente alimentada de odio (generado por frustración propia del individuo). Algo similar sucedió con el Comunismo, la Revolución Francesa e incluso con el nazismo, pero eso ya es otra historia...

Y es que, el ser humano, a pesar de tantos avances y al igual que sucedía siglos atrás, necesita creer en algo. Necesita formar parte de algo que le haga sentirse útil, que le haga perder el miedo en este loco e incomprensible mundo.

martes, 3 de septiembre de 2019

El viejo saxofón


Viejo, solo, apartado en un oscuro rincón de ese sucio apartamento, a solo tres manzanas de su lugar de encuentro favorito. El polvo cubre lo que un día fueron destellos de vida; su melancólica voz es, ahora, melancólico mutismo, aguardando su último aliento mientras el postrero brillo de su tez se apaga en la más indigna soledad, rodeado de cajas de cartón y motas de polvo.
Su triste presente no es más que el mitigado recuerdo de un glorioso pasado, fiel amigo de la historia que tan grande le hizo. Y es que no hay mayor pesar que caer en el olvido; no hay más pena que ser nada cuando, otrora, se fue todo.

En compañía de lo más distinguido de la zona, su magnificante voz sonaba a dulce melodía; susurros exhumando una dulce mezcla de nostalgia y dulzura que hacía soñar y encandilaba a todos los presentes. Ese vigor y frescura, hacía de su presencia un digno acompañante allá donde fuere.
Y es que, esa alegría y vitalidad parecían eternos. Por todos conocido, no había quien se resistiera al encantamiento de su tenue voz y pocos son los que no habían soñado, al menos varias noches, mientras disfrutaban alguna de sus estrofas.
Incluso sus quejidos, tristes y apesadumbrados, eran reconocidos con alabanzas; ironías del destino, ahora solo el eco escuchaba y entendía sus penas... pero éste no le respondía con adulaciones, sino con un incómodo e insoportable silencio. Maldito silencio.

Su ternura ya no es más que el triste quejido de un viejo solitario, ebrio de nostalgia y, hasta el polvo, que tinta su vestimenta, parece haberle perdido el respeto que alguna vez le tuvo.
Esperando, inmóvil ante su triste destino, sus últimos días se apagan mientras toda su vida pasa una y otra vez por su ya deteriorada memoria. Su dolorida estructura no le permite moverse como antaño, su endeble cuerpo no es más que una triste sinfonía en Do menor de su afligido presente; la poca esperanza, aunada a su creciente desdén, le niegan todo intento de volver a ser quien ya nunca volverá. 
"Maldito presente" se dice cada mañana, mientras cruelmente rememora un pasado que, a menudo, le parece un sueño lejano de un viejo loco.

La coma


- ¡Cuidado, no me pisen!
Una vez más, nuestra larguirucha compañera ha sido arrollada por otro ingenuo e incrédulo hablante. Ya está harta de tanta prisa, de tanto menosprecio y, sobre todo, de su incomprendida e infravalorada existencia.

Nuestra vieja amiga ya se ha dado por vencida en esta dura e infructuosa lucha ante la ineptitud de la gente, ya no quiere seguir adelante, se encuentra sola en este mar donde la incapacidad humana navega en su gran velero y, la ingenuidad y la desconsideración, viven en una isla repleta de oscuras sombras. Nuestra compañera, sola e incomprendida, trata de no ahogarse entre tantas palabras indebidamente proliferadas por parte de su principal amenaza, el hombre.
Y es que es el hombre quien le había llevado a su casi destrucción. Aunque, lo que quizás ella no sabe, es que fue el propio hombre quien le dio vida hace ya mucho tiempo, cuando solo convivía con su gran compañero, el punto. Más adelante, los dos puntos y las tildes se unieron a este cada vez mayor grupo de pequeños signos, hasta que su presencia se hizo imprescindible en la comunicación.

Y es que, antaño, era alguien. Era alguien importante y respetada, donde su presencia imponía y su autoridad estaba latente. Cuando ella aparecía en una frase, todos se detenían ante la fabulosa y delgada pequeñaja. Pocos eran los que hacían caso omiso a sus reglas y, menos aún, los que abusaban de su confianza. Y es que ella es poderosa; es graciosa si se la sabe utilizar e incluso posee gran capacidad para maniobrar el sentido de las frases, si no se la utiliza correctamente puede causar verdaderos estragos. Malvada cuando quiere y honrada cuando puede, pero si no se la quiere, se venga si puede. La gente siempre se detiene ante ella, una mezcla de respeto y adulación ante quien se la encuentra de frente, a lo que prosigue una apresurada zancada para no adorarla más de lo debido. Y es que ella no es como el punto, quien obliga a una larga detención, ella es más humilde e indulgente. Para muchos, incluso más simpática y bonachona.

Quizá por ello la gente la menosprecia, pocos la valoran en su justa medida y su poca bravura hace que se le falte el respeto más de lo que se merece. Alguien que solo pretende dar lo mejor de sí no debería ser pateada y ninguneada de tal forma. Alguien como ella debiera ser eterna y asidua, constante y necesaria; no dejemos que desaparezca, admirémosla como se merece.

Oda a la 'A'



Para unos simple, para otros sencilla, para muchos incluso aburrida. Para todos imprescindible.
Y es que no se puede privar de algo tan esencial; es monótona, sí, pero necesaria. Es repetitiva, pero indispensable. Aun así, nunca empalagosa ni molesta, cansina ni hastía.
La más importante de todas; sin ella no existirían las demás. Siempre en cabeza, guiando a sus compañeras y eternamente invariable.
Es la primera que se pronuncia en la vida, quien que nos acompaña en todas las aventuras, es la más famosa, elegante… y siempre, siempre va delante. Y es que ella es la más importante.
Suave, cálida y dulce si se pronuncia con calma y entonación, y la más bonita si se quiere y entiende.
Sincera, auténtica y mágica.

Siempre con nosotros, siempre fiel.

Chiste historia

Iban dos por la calle y se cayó el del medio.
El del medio se rompió la rodilla,
y Rodilla tuvo que ir al médico de urgencias.
¡¡Pero Urgencias estaba en casa con gripe!!
Vaya guarrilla, y mientras su marido en el trabajo…
Ya le dijo su madre que no se casase con ella,
¡Y él la hizo caso! No se casó con Ella, se casó con Gripe.
Y así pasó, que se fue con el primero que pilla.
El primero que pilla, Urgencias… ¡hasta con el fontanero!
Menuda historia para no dormir…
Y No Dormir no durmió esa noche,
Tenía miedo a la oscuridad.

-¡Oscuridad! ¡Deja dormir a No Dormir!
Oscuridad le hizo caso y dejó dormir a No Dormir,
No Dormir ya era feliz…
Pero la gente no se acostumbraba a llamarle Feliz, le seguía llamando Oscuridad.
Oscuridad entristeció, enfermó de pena, nadie le entendía.
Y al final… ¡¡él también acabó en casa con Gripe!!
Jodida Gripe, no tenía suficiente con Urgencias ni con el fontanero, que también se fue con Oscuridad.

Y en efecto, acabó con Oscuridad.
Si ya no hay oscuridad, ¿ya no existe la noche?
Y la noche murió, ¡ya solo existía el día!
El día fue feliz, siempre estaría presente.
Y Presente también fue feliz.
El día fue feliz, Presente fue feliz… ¡todos eran felices!
Todos eran felices excepto el marido de Gripe, pobre marido de Gripe...

R

La siguiente historia es la biografía de una compañera de trabajo, colmo de la incompetencia.


Digno de un libro de surrealista comedia, de una viñeta colapsada de estúpidas marionetas danzando al son del “uno, dos, tres; uno… dos, tres”. Hay días que, en contra de la verdad impuesta, hace discutir las leyes del omnipresente Darwin (¿por qué no tuviste esto en cuenta?).
Una tarea laboral, la complejidad más extrema; un instinto inconsciente, conscientemente complicado. Alguien tiene que haber ahí arriba, sin duda, para permitir que sobreviva sin que a sus células se les olvide realizar la fotosíntesis (y es que ella funciona diferente).
Los ciegos abren sus ojos ante lo insólito de sus palabras y lo irreconocible de sus hechos. <<¡Milagro!>>
Nuevos métodos son creados y nuevas cuestiones son halladas. Bienaventurado quien la comprenda, bienaventurados no hay en esta historia…

R nació en una pequeña aldea al suroeste de Tanzania, cerca del río Rufiji. Al producirse el parto, su madre, un cuervo con diarrea, la dejó yaciendo sobre una balsita de corchopán, la cual se iba comiendo cuando le entraba apetito. Una vez consumida su balsa de salvación, fue amamantada por un pez payaso en las profundas aguas cercanas a la comarca de Mtanza.
Día soleado, viento de poniente, mochila al hombro y aventura enfrente, tocaba labrarse un nuevo destino.
<<¡Qué mañana tan bonita!>> Pero miró su reloj y observó que aún era hoy, agachó la cabeza y prosiguió su camino. Comenzaba a labrarse una personalidad exigente y única.
Su vida fue dando tumbos. En uno y otro continente dejaba caer las gotas de su elixir, como si del rocío mañanero se tratase. Rocío, su mejor amiga, era una niña mongol que conoció en sus viajes por el lejano Oriente. Se conocieron en un mercado; ella trabajaba de 7 a 9 de la mañana y vendía agua a gente con sed; no volvieron a verse, R viajaba tanto que su reloj siempre tenía la hora de otro continente, en este caso del Sur de África, donde nunca había estado. R se sentaba todas las mañanas, las tardes y las noches, esperando a su amiga. Tejía calcetines con punto de cruz, pero lo hacía con comas y le salían gorros para esquimales, los cuales vendía y sacaba algo para comer. Nunca más supo de su mejor amiga… quizá porque se había equivocado de país, estaba en Vietnam. Aquella noche loca, viendo estrellas con un catalejo opaco, hizo estragos. Ese bidón de gasolina… ya decía ella que sabía raro.

Ya en el país donde actualmente reside y, por un golpe del azar (maldito Azar, ese vietnamita le dio un golpe en la cabeza y le trajo aquí a cambio de dos ovejas sin lana), acabó en España, país de toros y tradiciones. Pronto, comenzó sus estudios de bailarina, a los 17 años. Al tener poco que estudiar, suspendió. Marcada por este tremendo varapalo, ya nada volvió a ser normal en su inquietante vida. En un plazo de 3 días perdió a su iguana Matilde, las llaves y a su amigo imaginario, Tomás. Por suerte, todo cambiaría, ya que a sus 19 años fue nombrada dama de honor en la boda de sus primos, lo que le hizo recordar aquellos felices 15 años de edad, cuando conoció a su primer novio, Jaimito. Ella se sonrojaba cuando lo veía, ya que hacía la súper original broma de “Jaimito tiene pito”, lo cual le causaba un tembleque en la risa que le hizo ser hospitalizada en 3 ocasiones, cuando aún no se habían dado su primer beso. Sí, y es que esto duró tan poco porque él murió en extrañas circunstancias, bueno, muy extraño no era que muriese, ya que se colgó del campanario del pueblo.
A la semana siguiente, decidió cambiar sus hábitos: dejaría de comer habichuelas por las tardes y se dedicaría a leer libros de gatos y revistas científicas. Esto último le hizo ver la luz… por suerte para ella, no se acercó, ya que esa luz era la de un tranvía; eran las 12 de la noche y había vuelto a salir a ver las estrellas. Por desgracia no pudo salir del país, ya que al norte encontró unas montañas muy altas con cosas blancas en su parte alta y, en el resto del país, solo agua. Agua muy salada… ¡qué asco!
Debido a sus altos conocimientos científicos decidió estudiar físicas en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid… aunque al tercer mes de clase se dio cuenta que eso no era lo suyo, y nunca mejor dicho. Al final, decidió hacerse científica por su cuenta, gracias a unos apuntes que había encontrado en una papelera, cerca del parvulario Sanasturio de Alcalá de Henares. Tras memorizar una compleja fórmula matemática de EGB, le dio una embolia cerebral y el 35% de su cerebro quedó inhabilitado de por vida, por lo que acabó “trabajando” conmigo.

Y ahora, aquí me hallo, mirando con disimulo sus incongruentes argumentos y sus estúpidas deducciones. Tratando de averiguar si este ser animado, este extraño espécimen alimentado de corchopán en su más tierna infancia, es realmente una prueba del destino o es que hay alguien más, alguien ahí arriba que hace las cosas peor de lo que pensaba. 
Observando el monitor de su ordenador como si de un bosque mongol se tratase y escribiendo poemas a su amiga Rocío, vive anhelando el día en que, por un acto de gracia, su cabeza vuelva a la normalidad que nunca tuvo. ¡Ánimo! No le hagas esto al bueno de Darwin.

El jodido hombre manzana

La siguiente historia tiene ya unos cuantos años. Está inspirada en un personaje que conocí hace mucho tiempo.

Esto era un hombre a una manzana pegado. La manzana era su cabeza, lo pegado era su cuerpo, lo jodido era todo él; era un jodido hombre manzana.
Era muy feo, tan feo que cuando nació el médico dijo "señora, si no llora en 10 segundos, es un tumor". Su madre lo echó de casa a los dos días de edad, no le aguantaba; ¡era muy feo! Al pobre hombre manzana a menudo le llamaban Willy, y no por acortar su nombre - ya que nadie la llamaba -, sino porque era una putada ser un jodido hombre manzana.
Se peinaba la raya a un lado, a veces hacia arriba, pero siempre con estilo. De vez en cuando se ponía corbata, negros zapatos y camisa de seda. Otras veces pajarita con preciosos náuticos marrones. ¡Vaya pintas llevaba el gilipollas, fuese como fuese vestido iba haciendo el ridículo! Tenía cara de pan duro y piernas de cartón. Era más feo que un culo de mono mirado de lado, y más raro que el día del grifo. Cuando comía sopa era feliz, aunque según él, seguía siendo Willy. Veía la tele de pie porque no podía sentarse, dado que sus rodillas de cartón no podían aguantar la tensión de vivir dobladas. En fin, era todo un personaje animado este Willy.
Normalmente se casca pajas haciendo memoria, ya que es de efectos retardados. Puede divisar una situación y reaccionar días después. Dicen que es un poco lerdo pero él insiste que no, que es sólo un simple humano con una manzana por cabeza, que pretende ser feliz. Su psicólogo le insistía que no podía ser feliz, que él había nacido siendo el hombre manzana y moriría siendo el hombre manzana.
Willy necesitaba una novia, alguien que le hiciese ver lo bonito que es el amor, alguien que le comprendiese; o simplemente alguien, ya que nunca había visto a nadie desde los tres años de edad. Él cree que la gente se escondía cuando caminaba por las calles. Quizá es porque olía a colonia barata y siempre caminaba con un botellín de cerveza en la mano. Willy era un jodido borracho; varias veces tuvo problemas con la justicia. Mismamente, al nacer, intentaron encarcelarlo para que nadie sufriese sus efectos secundarios (picor de ojos, nauseas y vómitos) pero no pudieron hacer nada para retenerlo. Willy huye de la justicia, o al menos eso cree él. La verdad es que la justicia huye de él. La Justicia es una lechuga que conoció cuando sólo contaba con cinco años de edad. Se enamoró de ella en una convención de fruta y, desde entonces, vive por y para ella. Se acuesta y se levanta pensando en ella... ¡qué pena que solo sea una lechuga!

La carta que nunca te escribí



Ríos de tinta desbordando mi mente; recuerdos invadiendo el día y sentimientos añorando sueños. Tantas cosas que decir con tan pocas palabras...
Esos amaneceres que deseo sean interminables, acompañados de ese susurro que, bien sabes, tanto me gusta escuchar. Viajes hacia no sé muy bien dónde, contento sin saber porqué.
Los días pasan y ahí sigues, como esa primera vez. Con tu perenne sonrisa perfilando mi ilusión y, esa ilusión, dibujando sueños convertidos en más sonrisas.
Y, es que, es una pena no haberte dado esta carta antes; esta carta que nunca te escribí porque, ciertamente, la tinta de estas inútiles palabras aún no sabe dibujar tu nombre.

¿Dónde están los sueños?



Se encontraban todos los sentimientos y emociones jugando en el parque de la vida. Tenían sus rimbombantes toboganes, cubiles de arena con los que hacer todo tipo de formas y figuras, frondosos árboles, césped donde disfrutar de una hermosa tarde soleada… como toda vida, tenía sus cosas buenas y sus cosas malas. Podía verse a los sentimientos columpiarse, ayudados por el Ánimo y empujados por la Fe. El columpio de al lado permanecía inmóvil, con Desgana subida en él y Apatía sin empujarlo. Eran mirados por Curiosidad e Interés desde detrás de un matorral, esta última sin entender por qué Apatía y Desgana no querían divertirse. Curiosidad lo observaba con una curiosa mirada, ¡qué curioso! Curioso le parecía también a Intriga, intrigado en qué estaban dialogando sus dos compañeros.
Histeria no dejaba de dar vueltas en círculo, —¡¡ese tobogán es muy peligroso!! — le gritaba a Temeridad. Ésta hacía caso omiso y, junto a su compañera y colega Desobediencia, se lanzaban por el largo tubo para ir a dar con sus huesos sobre la arena, donde el Dolor les estaba esperando. —¡¡No me piséis!! — Una vez más hicieron caso omiso a sus súplicas.
Desdicha también jugaba con sus amigos Disgusto y Pena sobre la arena del parque. Nadie se acordaba de ellos, nadie quería jugar con ellos… pero al final, por una cosa u otra siempre acababan, eso sí, por un descuido, encontrándose con sus pequeños compañeros. —¡Cuidado, Descuido! que te vas a caer del columpio —, y es que el descuido al final siempre acaba con Dolor. Al lado estaba la Despreocupación con su compañera la Preocupación, preocupada de haber sido tan despreocupada, al haber ido a parar con Disgusto y Lamento. —¡Debéis ser más cautos!—, gritaba la Cautela… —claro, para ti es fácil —, replicaba el Enojo.
Aun así, y a pesar de todos los contratiempos, los sentimientos jugaban tranquilos en el parque; claro, Tranquilidad siempre se encontraba sentada vigilándoles. Bienestar y Serenidad hablaban de sus cosas con Tranquilidad, observando cómo la Duda con Júbilo jugaba.

Pero, una tarde, se comenzó a notar que algo no iba bien. Pena y Amargura estaban presentes en todos los rincones del parque. Ilusión jugaba sin ilusión y los sueños no estaban por ninguna parte, «¿dónde están los sueños?» se preguntaba la Intriga mientras dejaba de mirar a los aburridos Apatía y Desgana. —Aburrimiento, ¿has visto a los sueños? — preguntaba Intriga.  —Pereza, ¿tú has visto a los sueños? ¿Y tú, Traición? — Ésta decía haberla visto al lado del Gran Árbol. Ingenuidad acompañó a Intriga a buscarlo, pero no era así, allí no estaban los sueños… solo la Pasión echándose la siesta. ¿Dónde pueden estar los sueños?Bienestar, Serenidad, Intriga, Ingenuidad… ¡incluso Pereza! todos buscaban a los sueños, pero no los encontraban por ninguna parte.
Incongruencia dijo haberlos visto por última vez cerca de Odio, Ira y Amargura, en la zona oscura del parque, hacía ya un par de días. Desconfianza y Engaño dijeron haberlos visto también por la zona oscura esa misma mañana… Bienestar, Serenidad, Intriga, Ingenuidad… ¡incluso Pereza! fueron a buscarlos, tenían que encontrar a los sueños. En un recóndito rincón encontraron al Amor llorando, desconsolado. —Lleva así varios días —, decía Preocupación. A los sentimientos que lo veían les parecía extraño, no les era normal ver al Amor llorando desconsolado durante tanto tiempo, algo muy grave debía pasarle. Allí cerca, Felicidad y Afección vivían con desgana, no es que Desgana debiera ser marginada, pero ya había estado mucho tiempo con ellos, demasiado tiempo. También Desinterés y Desánimo jugaban con ellos a todas horas, incluso día y noche, al no poder dormir por culpa de Temor, que no paraba de hacer ruido. ¿Temor a qué? Quizá temor a la soledad, «pobre Soledad», se decía Penumbra.
Una vez llegaron a la zona oscura continuaron la búsqueda de los sueños. —Mira detrás del rosal —, le decía Intriga a la Obediencia, —nada, aquí solo está la Belleza echándose la siesta. —Debajo de las rocas —, nada, la Pasión. Y debajo del viejo sauce llorón, pasando el día se encontraba el Entusiasmo.
Todo esto era tan raro… sentimientos que siempre jugaban junto al gran árbol, con Tranquilidad y Bienestar, estaban apáticos, tristes y apenados.
Aun así, seguían sin encontrar a los sueños. A Amargura y Desánimo parecía no importarles la situación de los otros sentimientos, ya que jugaban junto a Abandono y Desgana. Ellos, que siempre estaban echándose sus partidas de mus con cara de pocos amigos y más aburridos que el propio Aburrimiento.
Sabiduría e Inteligencia se enteraron de esto y decidieron reunirse con los demás sentimientos. Les hicieron ver que los sueños no son un sentimiento, no podían estar tristes por ellos, ya que no eran uno de los suyos… pero entonces, ¿por qué todos les echaban de menos? ¿por qué el amor está apenado? ¿y la felicidad?
Varias semanas después, un lunes cualquiera y tras un lluvioso fin de semana, amaneció un sol reluciente en el horizonte. El estropeado rosal pareció rejuvenecer y Entusiasmo fue el primero en levantarse, se le podía ver dándose un paseo bajo los preciosos rayos de sol. Ilusión fue la siguiente en madrugar aquella mañana, se puso el pantalón corto y se fue a correr. Cuando sus compañeros vieron esto se alegraron; se alegraron todos excepto Abandono, Desgana, Amargura e Inquietud, que ya no sabían cómo divertirse y volvieron a sus aburridas partidas matutinas de mus. Ya por la tarde encontraron a Felicidad, jugando en el tobogán, feliz, con su compañera Prudencia, ella siempre tan cauta. —¡Ten cuidado, te vas a hacer daño! —. Junto al rincón oscuro, cerca de ellos estaba el Amor, acababa de salir y, ya sin lágrimas en los ojos, se fue a ver a sus amigos. Aún estaba triste, aunque se le veía más animado que antes. —Venga, ¡vamos a jugar! — le gritaba la Ilusión. Amor se fue con Ilusión, a quienes se unió un exultante Entusiasmo. Poco a poco el Amor fue jugando con sus compañeros hasta que volvió a recobrar la felicidad; Amor y Felicidad jugaban con entusiasmo. Todo era tan bonito… hasta la Belleza había dejado de echarse sus eternas siestas tras el ya florecido rosal. —¡Bendita primavera! — Gritaba ésta.
Todo parecía volver a su cauce normal, pero… ¿qué pasó con los sueños? se preguntó la Ignorancia. Todos se habían olvidado de ellos y no habían aparecido por ninguna parte; bueno, qué importa, si no eran un sentimiento…
Efectivamente, los sueños no son un sentimiento. Lo que no saben es que, allá donde estén, sin ellos, el Amor aún estaría llorando en su oscuro rincón y Felicidad seguiría jugando con Desgana.