miércoles, 27 de mayo de 2020

Contigo, de nuevo

 

Una vez más, aquí me hallo, contigo. Con quien mejor me entiende y, cuando necesito, me comprende; de nuevo. Quien entiende lo que no comprendo y siempre, siempre, me ofrece lo que no tengo. Tu figura, la más bella; tus enseñanzas, por siempre serán eternas.

Eternamente bonito es observar y aprender, cuán gentil el sentir cuando de verdad ves. ¿Ves? Siempre te lo digo, no es más feliz quien cree poseer, mas si lo ves, ¿para qué necesitas creer lo que no es?
Sé, siente, mira dentro de ti y haz caso a quien te habla desde lo más profundo; sí, lo sé, no es fácil llegar hasta ese punto. Mucha gente jamás lo encuentra, otros creen alcanzarlo cuando realmente solo parecen estar soñando; ilusos, hoy en día a cualquier cosa le llaman sueño, lo más mundano es llamado amor y eso que crees real no pasa de ser un cuento; o no.

No sabes si es cierto lo que piensas, tampoco lo que lees, quizá es que no te centras en lo que debes.
Debe ser que no lo intentas, o que no sabes intentar lo que tienes, pero si no te centras en entenderte, ¿cómo vas a conseguir hacerlo con quien tienes enfrente?

Frente a eso solo queda dejar de mirar ahí fuera. Mira dentro, de ti. Tienes las respuestas a tus preguntas, solo abrázalas, no temas su envoltura.
Envuelve tus miedos y arrójalos muy lejos, que eso no te impida ver lo que realmente hay dentro. 

Adéntrate en tus infiernos, pasea por tus deseos, y cuando algo no te guste no salgas corriendo. Corre, observa; analiza y explora, pues solo así llegarás si de verdad te importa.
Importante, sin duda, cuando ves crecer algo que no te gusta, empero no mires a otro lado, a no ser que quieras lamentarlo. No será hoy, quizá tampoco mañana, pero algún día plañirás el haber cerrado la ventana. Airea tu habitación, deja entrar el sol, permite que ese río fluya en tu interior.

Interiormente preguntas; exteriormente las respuestas, salen. Saliendo y fluyendo al son de tu compás. Tuyo, sí, de nadie más. No mires atrás, ni a un lado ni al otro, déjate guiar por esos pensamientos. ¿Locos? Quizá, pero tuyos.

Tuyas las sensaciones, propios tus pensamientos, que nadie te impida ser, que siempre te dejen serlo.
Ser o no ser, elijo lo primero, pues para no creer ya tengo lo que no quiero.

Quiero soñar con tus palabras, quiero volar con mis deseos, quiero seguir anhelando todo lo que querer quiero.
Quiero que sigas sembrando tu poesía en mis pensamientos, quiero ser ese loco que duerme queriendo serlo.

domingo, 24 de mayo de 2020

Pertenezco, luego siento



Todo el mundo necesita ser algo.

Unos dicen ser de izquierdas, otros, de derechas; hay enfervorecidos seguidores del Madrid o del Barca, quienes adoran a su patria o a sus dioses, e incluso quien toma como dogma de fe una nueva doctrina aprendida en las noticias o en Twitter. Todos ellos tienen sólidas convicciones, ideas muy claras sobre sus creencias y motivaciones.

Y es que, el sentimiento de pertenencia consigue algo que es muy difícil de lograr con cualquier otra herramienta: evitar el miedo y la soledad del alma.


Vivimos en una sociedad sin alma, vacía interiormente hablando, donde el ser humano carece de ideas propias y de convicciones individuales.
Tener el alma vacío es uno de los mayores males que puede tener un individuo; carecer de estímulos espirituales, de creencias y de argumentos ante las preguntas que te hace la soledad.


Ser algo, creer en algo, hace que te enfoques en esa idea, en esa tendencia o creencia. Con esto dejas (en parte) tu vacío interior atrás, enfocando tus fuerzas en eso nuevo en lo que creer, para alimentar tu espírutu y tus ganas de vivir. Consigues objetivos a realizar en ámbitos de tu vida que se encontraban vacíos, inviertes el tiempo en tareas que te convences que aportan.
Con esa nueva herramienta que te proporcionan, sientes que eres útil a ti mismo y a los demás.

Esta utilidad no solo funciona como herramienta interna hacia un mismo individuo, sino también como herramienta social en uno mismo, y es que te ayuda a estar protegido. No hay mejor manera de estar protegido socialmente, que ser parte de un conjunto con unas mismas ideas y creencias, pues entre todos los entes que conforman ese grupo social se dan la protección y la convinción de la que uno mismo carece. Forma parte de un todo y se siente útil y poderoso.

También está la parte revolucionaria que todos llevamos dentro. Ese toque mágico que hace que tu adrenalina aumente y tus sentidos se sientan alimentados por ese nuevo movimiento al que sigues. El tener la sensación de estar haciendo algo más allá del límite, ya sea creando, innovando o saltándose las normas. Eso sí, teniendo el respaldo de un movimiento y un grupo social.


Hay dos formas de vivir: Tratando de generar tus propias ideas y evolucionando según te lo pida tu propia personalidad, o aferrarte a ideas ajenas para creerte en una plenitud incompleta.

¿Cuál eliges?

domingo, 17 de mayo de 2020

Contigo

 

Me susurras en las noches, me visitas de mañana,

aun cuando esté envuelto en tinieblas, siempre elevas mi persiana.


Tu luz dejas pasar, alumbrando mis ideas,

y aunque parezca que no hay más, esta cuerda es eterna.



<<A menudo echo de menos tus paseos por mi cabeza, la belleza de tus formas y el sentarnos a disfrutar de ese juego que tanto nos gusta; recreándonos en ese eterno viaje condensado en las horas, minutos y segundos que el tiempo nos regala.

Por eso, nuevamente, vuelvo a suplicarte al oído que tengamos otra gran velada>>.



Me buscas para hablar si las calles están mudas, me visitas por las noches si requiero de tu ayuda.

A veces imagino que necesitas compañía, aunque realmente no sé si te vale con la mía.


Eres agua en la tormenta, eres fuego en mi deseo,

y aunque tú no te des cuenta, eres todo lo que quiero.


Porque eres bella sin quererlo, porque eres todo sin saberlo, y es que solo con mirarte, yo ya todo lo comprendo.

Te doy forma con mis dedos, en mi papel o en mis sueños, si estás triste te moldeo, despierto o mientras duermo. 


Mira, mira, esto es todo lo que tengo, y aunque bien ya lo conoces, a menudo te sorprendo.

Sólo coso pensamientos, sólo hilo con deseos, no esperes gran cosa, de la tinta de este viejo.


¿Eres canción o eres poema?, ¿eres texto o eres frase?, sé lo que desees, pero no quieras soltarme.

Ven conmigo, te protejo, que aunque hoy esté cansado, para ti siempre habrá versos de este loco enamorado.


En ti siempre confío, sé que no defraudarás

a este viejo aún niño, que no deja de soñar. 


Aunque muchos te maltraten, yo siempre te cuidaré, y es que ellos no saben ver más allá de este papel.

Muchos ciegos ven con los ojos, otros corren siendo cojos, ¡necios y cobardes! ¡impregnaos de estas palabras para así saber tratarlas!

 

Al rozarme tus fonemas, yo ya nada más ansío, pues ya todo se impregna, del color de mis sentidos.

Si me tocas o sonríes, si me miras o susurras, sólo busco por respuesta, tu enseñanza más profunda. 


 

<<Es imposible no mirarte si sales de una hoja de papel, si viertes tu tinta por mis dedos... siempre rellenas mis folios vacíos, los espacios de mi alma... ¿quién?, ¿quién?>>, 

quien quiera que me escuche, quien no quiera que me ignore, pues tu sola melodía es el más bello de los acordes.


Como siempre te agradezco ese canto en la mañana, ese rayo de luz, que da vida a mi ventana.

Ésa que se abría al comenzar la poesía, ésa que quería alumbrar mi nuevo día... cuando yo ya no era nada, nada...


Maldigo el día en que acabe todo esto, pues todo tiene un fin, aunque yo no quiera verlo.

Si existe un más allá quiero un lápiz y cuaderno, para siempre estar contigo, despierto o en el sueño más eterno.

viernes, 15 de mayo de 2020

La humanización



El ser humano es, cada vez, más humano. De hecho, quiere ser aún más humano.
El intento de alejarse cada día más del resto de los animales, hace que esta especie "elegida" se sitúe cada vez más lejos de su propia naturaleza.

Y es que esa palabra, "naturaleza", es cada vez menos inherente a la especie humana.
Cuanto más evolucionamos, menos queremos recordar que una vez formamos parte de ese conjunto de bestias; que llegamos a compartir costumbres. Nosotros somos diferentes: somos seres inteligentes, superiores. ¿Cómo, si no, podríamos estar leyendo este texto desde un teléfono móvil o construyendo rascacielos más altos que cualquier árbol milenario?

El ser humano, desde sus orígenes, ha tenido la necesidad de indagar, de construir, de dar rienda suelta a su única e inigualable imaginación y creatividad. Desde la invención de armas para la caza, al dominio del fuego, la agricultura, la creación de la escritura o la utilización de un lenguaje de extrema utilidad para nuestra comunicación.
Viendo todos estos (y muchos otros) factores podría decirse que el ser humano es una raza superior. Ningún otro animal es capaz de asemejarse a lo que el ser humano es capaz de realizar. Con el desarrollo de la ciencia, la medicina, los avances tecnológicos, hemos llevado el mundo y nuestra propia existencia a unos niveles nunca jamás imaginados, estamos dominando el mundo, la naturaleza y desentrañando todos los enigmas habidos y por haber dentro del mundo que nos rodea.


Hasta aquí, en lo que concierne a las capacidades de esta raza elegida, es bastante evidente que somos una especie única y sin parangón. Pero todos estos avances y el jugar a ser dioses es mucho más peligroso de lo que parece:

Psicológicamente, el ser humano está avanzando a pasos agigantados hacia su enajenación absoluta; es cada vez más insensible, más inservible y, por supuesto, más nocivo para sí mismo y para el mundo que le rodea. Todo esto genera una serie de problema psicológicos a esta especie elegida que, cuanto más avanza la sociedad, más se acabará convirtiendo en algo de lo más común: y es que llegará el momento en que esta "patología congénita" acabe siendo algo absolutamente normal.
 
Gracias a la tecnología y a la automatización y virtualización de procesos, cada vez tenemos menos contacto real con nuestros iguales, y es que incluso algo tan habitual como hacer la compra o quedar con amigos se realiza cada día, de forma más habitual, de forma no presencial.
Con todo esto, nos volvemos seres inútiles. Si bien es cierto que cada día progresamos más tecnológicamente y sabemos más, paradójicamente nos volvemos más inservibles, ya que tareas habituales e inherentes al ser humano están siendo sustituidas por máquinas, por procesos no realizados por nosotros mismos, lo que nos hace perder el hábito de hacer estas actividades.

No olvidemos que el ser humano es un animal creativo, una raza que necesita expandirse, mejorar, idear e imaginar, y si se le cortan las alas solo puede llevar a una salida: la frustración.
Esta frustración, el mal endémico del ser humano en la edad moderna, es el origen de todos los males en el mundo: las guerras, la pobreza, la envidia, las depresiones...
Un ser humano frustrado es una máquina de generarse problemas a sí mismo y, por ende, al resto de la sociedad. La deshumanización, la pérdida de las raíces que el ser humano tiene con la naturaleza, el alejamiento cada vez mayor que tenemos respecto a nuestros orígenes, está acabando con nuestra propia especie.

Para evitar la mencionada frustración, el ser humano necesita idear y crear. Al estar cada día más incapacitados para hacerlo, ya que vivimos en una sociedad con una serie de normas y estructuras donde prácticamente lo tenemos ya todo definido, lo único que nos queda es inventar soluciones a problemas inexistentes, generar ideas nuevas que en un principio son innecesarias, pero que nos hacen sentir mucho más útiles a esta vida que solo vamos a vivir una vez (hasta que alguien demuestre lo contrario).
Muchas veces, estas nuevas ideas que creamos para satisfacer nuestra necesidad de creer en algo nuevo y generar ilusiones, no son más que intentos fallidos; malas, muy malas ideas, que pueden llevar a la gente a situaciones peligrosas e incluso a poner en peligro parte del mundo que le rodea con creencias erróneas, adulaciones a individuos o seres inexistentes, creencias en algo que se transforma en nuevas costumbre, ideas revolucionarias innecesarias un con una base insostenible... con el simple objetivo de buscar algo diferente en lo que creer, algo a lo que aferrarse y algo que nos haga sentir especiales.


En definitiva, esta carrera por la humanización, por la desnaturalización del ser humano, está enajenando a la propia especie. Y la mala noticia es que parece ser una carrera sin línea de meta.



martes, 24 de marzo de 2020

La Purga




Ninguno de nosotros había vivido esto antes. Una pandemia a nivel mundial, gente recluida en sus casas durante un tiempo indeterminado, muchos de ellos perdiendo su trabajo mientras no pueden hacer otra cosa que mirar por la ventana con los ojos humedecidos. Otros, trabajando, expuestos al contagio de un virus que nos ha cogido a (casi) todos por sorpresa. Los menos agraciados, cerrando los ojos antes de tiempo, para abandonar este mundo en solitario.

Parece una de esas películas del fin del mundo que tanto nos gustaba ver en la televisión. Sin embargo, es real, muy real.

Ninguno damos crédito a algo que, más pronto que tarde, acabaría sucediendo.


Conspiración.

El dinero mueve el mundo: la economía, la codicia del ser humano, las ganas de poder.
El nivel de industrialización, los avances tecnológicos y la carrera por progresar cada vez más, hace que las principales potencias mundiales sean capaces de cualquier cosa con tal de conseguir sus objetivos.

Pero, ¿hasta qué punto le interesa una pandemia mundial a las principales economías?
Estados Unidos y China son las principales potencias del planeta; esta segunda ya emergió hace unos años y su exponencial crecimiento está poniendo patas arriba la economía mundial. Casualmente, es aquí donde ha aparecido el primer caso de este enigmático virus. ¿Casualidad?

El principal sospechoso al que se ha señalado con el dedo es China, allí es donde apareció el virus, en la ya famosa ciudad de Wuhan. En un principio nadie habría sospechado de ellos, ya que carece de sentido crear algo que destruye a tus propios habitantes. La cosa cambia cuando pasan las semanas y vemos que el virus se propaga por todo el mundo, afectando a todas las economías, principalmente la europea y la estadounidense, mientras en China ya parecen haberlo controlado.

Recordemos que, al principio de toda esta historia, un científico chino ya alertó de que algo estaba pasando, un virus había aparecido y podría llegar a ser devastador para el mundo. Este hombre fue acallado por el gobierno chino y, a los pocos días, murió. Hay quien dice que fue a causa del Coronavirus, otros, que había intereses de fuerza mayor para que “desapareciese”.

Casualmente, cuando China ya se está recuperando de todo esto, cuando incluso parecen haber inventado una vacuna, es cuando el resto del mundo está en clara recesión y enfrentándose a este gran problema. China exporta material sanitario y ayudas al resto del mundo, limpiando su imagen y pareciendo “el bueno de la película”.

En el otro lado, tenemos a Estados Unidos.
Como bien sabemos, la rivalidad entre estas dos mega potencias es feroz. A Trump le interesa a toda costa quitarse de encima la incipiente hegemonía China. Infectando el país del Sol Naciente con este virus, conseguiría dos claros objetivos: Que la gente pierda confianza en el mercado asiático y que la población china se vea mermada.
De ser esto cierto, podríamos estar ante una nueva Guerra Mundial. Quizá silenciosa, quizá sin que veamos armas ni aviones... posiblemente sin que sepamos que estamos en guerra.


Naturaleza.

Estamos acostumbrados a vivir en una sociedad de consumo: con nuestra casa, coche, televisión y todos los bienes y servicios que queremos, incluso con infinidad de ellos que ni queremos o necesitamos. También nos permitimos (lo que antes eran lujos) viajar a conocer otros países, en rápidos aviones o cruceros por el océano. Somos una sociedad que ha nacido viendo esto, lo hemos mamado desde pequeños, por lo que nos parece algo normal.

La inmensa mayoría no conocemos la guerra en primera persona. Podría decirse que no sabemos nada acerca de la guerra. De vez en cuando vemos noticias en televisión de gente que pierde la vida en países que parecieran salir de una película, como Afganistán, Iraq, Sudán o el Congo, pero no es más que eso, noticias de un mundo completamente ajeno al nuestro, que sirven como inspiración a directores de cine para seguir entreteniéndonos con sus filmes.

Pero hagamos retrospectiva y miremos al pasado:

Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha vivido en guerra. No se conoce ninguna época en la historia de la humanidad en la que no hayan existido guerras, en alguna parte del mundo, tan siquiera durante un período de unos pocos años. Desde la remota Sumeria, pasando por Mesopotamia, grandes imperios como el Romano o el Persa, o más recientemente, desde el siglo XV hasta nuestros días, con la Guerra de los 30 años o las Guerras Mundiales. Nunca, nunca en la historia hemos vivido en paz.

Tampoco nos hemos salvado de las pandemias. En el siglo XIV, la Peste Negra asoló Europa hasta aniquilar a prácticamente la mitad de la población. Y, sin ir más lejos, hace apenas 100 años el cólera arrasó a más de 50 millones de personas en todo el mundo.

Esto, por citar únicamente un par de ejemplos. La realidad es que cada pocas generaciones existe una gran pandemia que mata a miles, si no millones de personas.

Ni que decir cabe, que ninguna de estas pandemias fue obra de conspiración alguna del ser humano, sino de simples mutaciones de virus.

Ahora, veamos dos puntos muy interesantes a tener en cuenta sobre la evolución del mundo en que vivimos, en lo que concierne al ser humano: la superpoblación y el uso del planeta.

En el siglo XV, hace tan solo 500 años, la población mundial era de unos 500 millones de personas. Esta población fue elevándose de forma progresiva hasta alcanzar los 1.000 millones de habitantes en la Primera Revolución Industrial, allá por el año 1800. En poco más de 100 años, a comienzos del 1.900, la población mundial se había triplicado. Hoy en día, estamos hablando de más de 6.000 millones de habitantes, que según estimaciones, serán 10.000 millones dentro de unos pocos años.

Como podemos imaginar, este crecimiento es insostenible. Estamos hablando de miles de millones de personas con unas necesidades; necesidades alimenticias, de consumo energético, consumo a nivel ocio, transportes, generación de basura, etc. Los recursos del planeta son limitados, ¿hasta cuándo podrá seguir dándonos de comer y de vivir este pobre y explotado planeta, que tan generosamente nos ha permitido permanecer aquí tantos años?

Visto todo esto, no cuesta mucho imaginarse que, en un país donde actualmente viven más de 1.400 millones de personas, en una ciudad como Wuhan, con 11 millones de habitantes (sí, en una sola ciudad), donde muchos de ellos viven acinados, en condiciones anti higiénicas, con alimentos en no mejores condiciones… lo raro es que no se haya expandido un virus o cualquier otro tipo de enfermedad mucho antes. Y, visto lo visto, suerte tenemos de que esta pandemia mundial en la que actualmente estamos envueltos, no sea más que un “simple intento” de pandemia, un pequeño test que nos hace la madre natura.

Si bien es cierto que vivimos en un estado de emergencia mundial, no debemos olvidarnos que el ser humano siempre ha estado inmerso en situaciones similares (normalmente mucho peores) a lo largo de la historia.

No olvidemos que somos la generación que más comodidades ha tenido y mejor ha vivido a lo largo de la historia conocida. Seguramente, por eso mismo nos coge a todos por sorpresa. Por ello cuesta tanto no escaparse al bar a tomar algo, salir con el teléfono móvil a cazar Pokemon o pasar la tarde en un enorme centro comercial, comprando artilugios o ropa innecesaria.
Es la razón por la que la gente no es capaz de aguantar 30 días en su hogar (con abundante comida y bebida, televisión o teléfono móvil). Ya le gustaría a nuestros abuelos y bisabuelos (o quienquiera de cualquier otra generación) estar encerrados en sus casas, en las condiciones actuales.


El futuro.

La gente más optimista cree que esto es una buena lección para la humanidad, que todo cambiará y comenzaremos a dar valor a cosas que antes no hacíamos, o que aprenderemos a cuidarnos mejor los unos a los otros. 

Más que un optimismo real, podría decirse que es una forma de animarse, autoconvencerse de que existe una solución a este agujero sin fondo.

La realidad es que, en cuanto pasemos todo esto, nos olvidaremos de lo sucedido. La gente seguirá siendo egoísta, mirando por sí misma, calmando su sed en centros comerciales, invirtiendo su tiempo en conseguir el teléfono más novedoso o viajando a los más lujosos resorts, dentro de países inmersos en el hambre y la desigualdad.

Seguiremos intentando mejorar la economía, desarrollando la tenología, automatizando procesos, llevaremos la ciencia a un nivel superior. Tal excelencia evolutiva irá haciendo a esta raza cada vez más inservible... y aniquilando nuestro hogar, nuestro planeta, para llevarlo hasta la extenuación.

Desgraciadamente, esto solo es el comienzo de lo que muchos de nosotros no terminaremos de ver. Algo mucho peor está por llegar, algo que afectará de forma casi decisiva a esta especie maldita. Y es que, la naturaleza seguirá con su purga para intentar sobrevivir.

lunes, 16 de marzo de 2020

Caminando hacia el destino



El viento hace danzar las ramas de los árboles, quizá conscientes de su nuevo sino. El mudo canto del horizonte produce un sosegado ambiente, pincelado por otro bonito amanecer.

Compungido y moribundo, Hanwu deambula de un lado hacia otro, sin saber muy bien qué hacer ni hacia dónde ir. Ha perdido las ganas de comer y, aunque las recuperase, no tendría muchas alternativas con que alimentar su enjuta figura.
Una vez más, grita, grita muy fuerte, recibiendo el graznido de un grajo como respuesta; esta vez, al menos, no era el eco quien se burlaba de él.

Por más que busca, por más que trata de encontrar una solución, ya es demasiado tarde, incluso para su siempre prolífica imaginación. Solo le queda respirar hondo, cerrar los ojos y seguir caminando. Caminando hacia cualquier lugar, como lleva haciendo... no recuerda cuántos meses. El destino así lo ha marcado, ese maldito ser al que nunca ha visto; pero sabe que siempre estuvo ahí, escondido para pensar en él en los momentos más oportunos.


Cuando era pequeño, le encantaba sentarse en las rodillas de su abuelo a escuchar las historias de los grandes emperadores. Siempre le fascinó la idea de imaginar la espectacular Shiji, donde el gran Huang, rodeado de ríos de mercurio, esperaba la vida hacia el más allá.

No menos impresionado quedaba por las historias de aquellos lejanos hombres que combatían en las remotas tierras de Occidente, donde un gran imperio se hacía dueño de la mitad del mundo conocido.

<<Conquistas, muertes, pillaje, el ser humano siempre fue proclive a la destrucción>>. <<Destruir para construir; matar para nacer>> solía decirle su abuelo; sin duda, la persona más sabia que nunca conoció.

Y es que, en eso consistía el ser humano, esa especie tan superior e inteligente que, decían, había habitado el lugar que él ahora pisaba, desde hacía mucho, mucho tiempo.


<<No puedo más, necesito unas nuevas sandalias>>. Hanwu se vuelve a sentar. Sus pies, agrietados y doloridos, le impiden caminar durante más de dos horas seguidas. Mientras tanto, continúa reflexionando sobre tanta incoherencia: cómo un ser tan inteligente había llegado a su propia destrucción. Siempre ha pensado que había un mal endémico llamado codicia, por la que los humanos querían tener cada vez más posesiones, para así sentirse más felices. Felicidad que no tenían de forma intrínseca y que, para conseguirla, necesitaban arrebatar algo a alguien; ya fuesen bienes materiales o incluso sesgando vidas.

Pero él escasamente había llegado a verlo, todo eran habladurías de sus ex camaradas. Ahora no puede mas que recordar aquellas palabras; pensar, imaginar.

<<Siempre fue una especie con muchos temores, llena de miedos>> se dice mientras observa un conejo tratando de entrar en su madriguera. 

<<Quizá, por esa capacidad de preguntarse “¿Cómo?” y “¿Por qué?”, cuanto más sabía, más miedo tenía. Y eso, el miedo, le hacía la más vulnerable de las especies>>.
Hanwu también palpa su propia vulnerabilidad. Se siente completamente solo, frágil, aunque no es una sensación nueva para él.

Mientras continúa su camino hacia no sabe muy bien dónde, trata de descifrar esa extraña sensación que tiene en su interior. Sabe que su fin está cerca, pero está tranquilo, todo está siguiendo su curso natural.

<<El humano nunca fue capaz de vivir en paz. Siempre fue una raza maldita, una especie incapaz de sobrevivir a su propia evolución. Y es que, no hay nada más estúpido que evolucionar hacia tu propia extinción...>> cavila Hanwu, mientras se rasca la barbilla. <<Quizá ése fuese su sino desde el principio de los días, acercarse al conocimiento absoluto para, una vez conseguido, autodestruirse>>.

<<Es la mejor manera de volver a comenzar, la verdad es que tiene sentido>> se dice en voz alta, mientras da una patada a una pequeña piedra.

Como le contaba su abuelo, el universo siempre tiende a equilibrar la energía; mucha energía positiva se equilibra con negativa, así como épocas de sequía lo hacían con otras de buena cosecha. 
<<Guerras, asesinatos y malas intenciones, siempre fueron contrarrestados con las buenas voluntades de los mártires, que devolvían parte de equilibrio al mundo>>. Una vez más, mira al cielo y se pregunta quién maneja todo esto a su antojo. Le gustaría conocerlo, tiene tantas, tantas preguntas que hacer...


<<Ahora, el destino parece haber reequilibrado la balanza cuando más descompensada se encontraba>>. Hanwu piensa en todos aquellos años que, según decía su abuelo, la especie humana estuvo dominando el planeta. El abuso de los recursos que tan bondadosamente le ofrecía la madre naturaleza. La oportunidad, malamente aprovechada, de ganarse un buen sitio en la historia. Tantas y tantas cosas le llenan de desazón... aunque, al fin y al cabo, termina recordando todo aquello con una pequeña mueca de agrado.

<<Parece que esa balanza se inclinó demasiado>>. Ahora, parecía haberse equilibrado el pulso entre el ser humano y la Naturaleza. 
<<Quizá, ese extraño ser llamado destino, ya sabía que esto sucedería>>.

Hanwu, solitario y pensativo, vuelve a toser mientras continúa su viaje sin rumbo fijo, esperando su turno; el momento de dejar sitio a un nuevo comienzo.